Como ya sabemos -o asumimos- que el cine es mentira, todo lo que nos queda (y es bastante) es dejarnos llevar por el artificio.
No creo que haya que darle muchas más vueltas: las luces se apagan, comienza la magia.
Siempre fue así.
Y siempre fue, también, gusto del cine plantearse nuevos retos para contar una historia, para planificar una acción.
Disconformidad, aventura, riesgo. Por lo que sea.
Y redunda en el artificio.
Y redunda en nuestra fascinación por él.
Muchas veces acabaremos preguntándonos si venía a cuento, si era realmente necesario, si no hubiera funcionado mejor sin él.
Pero, a qué, negarlo, algo hay de necesidad -sobre todo del que cuenta- algo de soberbia y mucho (lo dije alguna vez) simplemente de plantearse nuevos retos.
Y así vamos avanzando.
Viene toda esta parrafada a cuento del fascinante, elaborado, impactante y artificioso movimiento de cámara (o plano secuencia, quién sabe) de la película "El secreto de sus ojos" de Juan José Campanella.
Quien haya visto la película sabrá a qué movimiento me refiero.
Y si no, para eso está YouTube:
La cámara sobrevuela la ciudad hasta el estadio "Huracán" donde juega el Racing Club de Avellaneda.
El movimiento continúa hasta meternos casi literalmente dentro de la cancha, divisar una jugada que acaba con el balón en el poste, y barrer al público de la grada hasta posarnos en el rostro serio y concentrado del actor Ricardo Darín.
Este sería el desglose en imágenes:
El supuesto plano secuencia continúa -pues no observamos ningún corte en el transcurso de la acción- entre la gente de la grada, por los pasillos del estadio y hasta dentro del propio terreno de juego.
Pero es esta primera parte la que más impacta, la que más nos asombra.
Sabemos que hay -que tiene que haber- truco aunque no sepamos dónde.
No importa demasiado, a mi entender.
Basta con saber que ha conseguido el efecto deseado. Basta con reconocer que nos ha podido, que nos lo hemos creído, que hemos volado desde la negra noche por los edificios de la ciudad hasta posarnos casi sin querer en el rostro del personaje.
Habrá, como en el último vídeo que muestro, reportajes que nos expliquen el cómo se hizo, making of que remarquen cuánto de digital y de tiempo de post producción fue necesario en la elaboración del mismo, pero a mí me resulta secundario.
Yo quiero seguir disfrutando de la magia, del asombro, de lo artificial, de la gran y única mentira que es una película de cine.
Y que el tiempo pase.