Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


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domingo, 17 de abril de 2016

Selma: todo en una película

Tenía ya, de hacía tiempo, ganas de hacerlo porque sí.
En esta ocasión, el por qué ha sido motivado por otras razones (el análisis surgido de un grupo de trabajo), pero el resultado es el mismo: Buscar en una única película todos los elementos del lenguaje narrativo (planos, angulaciones, movimientos de cámara, etc.).
No siempre hay de todo (un plano cenital, por ejemplo) pero cada vez resulta más habitual encontrar el abanico que ofrece todo ese lenguaje cinematográfico en una única narración.

En este caso lo hice con Selma, película del 2014 dirigida por Ava DuVernay, que trata de la figura de Martin Luther King, y la marcha por los derechos civiles que llevó al gobierno de EEUU a aprobar el derecho al voto de la población negra.

Hagamos ese pequeño repaso al enorme catálogo que podemos encontrar en una única cinta, incidiendo no solamente en el aspecto formal, sino en la importancia narrativa que cada elección tiene:

1) TIPOS DE PLANO

GRAN PLANO GENERAL


El escenario es el protagonista. En este caso, el puente de la ciudad de Selma, lugar de la marcha, se erige en lugar fundamental de los acontecimientos. Para potenciar este hecho y la magnitud de la marcha se opta por este tipo de encuadre.

PLANO GENERAL

El escenario sigue siendo el protagonista, pero también los personajes que lo habitan. En esta escena, la Iglesia de la localidad de Selma, como escenario donde se desarrolla un discurso de Martin Luther King, para dar importancia tanto al lugar en sí como al público que abarrota el espacio, y al propio orador que se enfrenta a ellos.

PLANO ENTERO


Vemos a los personajes enteros, ubicados perfectamente dentro de un espacio. Cohabitan en importancia los dos, personajes y escenario. En esta ocasión el presidente de los EEUU recibe a Luther King en la Sala Oval, y la elección del encuadre no puede ser más significativa, donde el encuentro se ve mediatizado por la solemnidad del lugar. 

PLANO AMERICANO

Este es un tipo de encuadre más cerrado, pero con menor carga significativa que otros. En esta ocasión se pretende resaltar una cierta cercanía (o intento de) entre los dos protagonistas de la escena, a través del ofrecimiento de una taza de té del Presidente de los USA al reverendo King.    

PLANO MEDIO


Entramos dentro del campo que podríamos denominar planos expresivos, o cercanos. La imagen nos muestra a Martin Luther King en la foto policial. Está cortado por los hombros, incluyendo en este caso el cartel de la policía de Selma para incidir en el hecho de que está arrestado. La elección del plano permite ver la seriedad en su rostro.

PRIMER PLANO

Un primer plano clásico, en este caso un poco cerrado de más, que encuadra exclusivamente el rostro del protagonista para dar énfasis a sus sentimientos. En esta escena, justo al arranque de la película, observamos cómo Martin Luther King, serio y concentrado, se prepara para dar el discurso de agradecimiento por el Nobel de la Paz.   

PLANO DETALLE 



Nos sirve para dar un énfasis mayor a una acción determinada. En el caso de la imagen que hemos seleccionado, se trata del sello que cancela la petición de una mujer de color para poder votar en su circunscripción. Este encuadre tan cerrado ofrece toda la intensidad que ese rechazo supone.

2) ANGULACIONES

CONTRAPICADO


Vemos al personaje de la mujer que va a rellenar la solicitud para pedir el acceso al voto. La elección de esta angulación hace que sintamos el temor de la protagonista a fallar en las respuestas, que sintamos como nuestra su preocupación y la seriedad del momento.

PICADO

En esta ocasión vemos a la mujer en un plano de arriba abajo, solitaria a la espera del veredicto de su petición. La elección de la angulación potencia la soledad, la lejanía y la desprotección de la protagonista frente a lo establecido, y nos prepara para un resultado no satisfactorio en el caso que nos ocupa. 

CENITAL

Este es un plano más artificial. Un punto de vista que normalmente no tenemos, y que se usa para hacer visualmente más atractiva la narración.
En esta escena, vemos la carga a caballo de la policía contra los manifestantes de la marcha de Selma.

3) MOVIMIENTOS DE CÁMARA

ACERCAMIENTO



En el discurso de Martin Luther King en la Iglesia de Selma, la cámara se va acercando para acrecentar la emoción sobre el propio momento. Es una manera de entrar en el acalorado y emocionado discurso, de que el espectador “penetre” en lo que se le está contando, y que ese acercamiento sea tanto físico y emocional.

ALEJAMIENTO


Justo al contrario que el caso anterior, la cámara se va alejando y el encuadre se abre.
En esta escena, se utiliza para potenciar el efecto de los integrantes de la marcha de rodillas, con las manos en el cuello.
Se empieza por un plano más cerrado, que encuadra a los organizadores de la marcha con King a la cabeza, y el encuadre se abre para significar todos los que respaldan la acción, e incidir en la magnitud de la misma.

4) PLANIFICACIÓN

ENTREGA DEL NOBEL

PLANO 1

Es un encuadre de situación, donde situamos tanto al orador, que entregará el premio, como a Luther King y su mujer, que esperan para recogerlo. Ofrece toda la información al espectador.   

PLANO 2

El encuadre se cierra sobre los dos personajes, que escuchan impasibles (y en cierta medida impotentes) el discurso de bienvenida.
La acción, una vez mostrada la situación de los personajes en el plano 1, se centra en quienes van a ser los protagonistas y sus sentimientos. El propio encuadre donde vemos al reverendo King y su mujer entre las cabezas del público que asiste, potencia esa incomodidad de los protagonistas.

PLANO 3

Es un plano centrado y cercano. Vemos al orador con toda la solemnidad de su oratoria. Al estar situado en tercer lugar, el espectador tiene ya información de dónde están cada uno de los protagonistas de la escena y cuál es su sentimiento en este momento, por lo que este encuadre más clásico se puede centrar en el propio discurso, de manera que el espectador completa toda la información que no se le está dando con la imagen en este momento. 

PLANO 4

Tras el discurso, viene la entrega. En esta ocasión el encuadre se vuelve a abrir para poder ver de nuevo a todos los protagonistas: el orador, el reverendo King, la mujer y el público que asiste.
Este encuadre abierto se escoge para remarcar igualmente la solemnidad y sobriedad del acto.
Mediante una planificación sencilla de cuatro planos distintos, se nos ha podido contar una acción, la entrega del Premio Nobel.

martes, 15 de marzo de 2016

Ida: la belleza de la sencillez

Ida sería, sin duda, una película para analizar tan fondo como se quisiese. Compositiva, lumínica o narrativamente tiene los suficientes argumentos para pararnos a cada plano, del deleite puramente visual al analítico.
Quizá por eso regrese a ella en otra ocasión, pero hoy, como primer bocado, vuelvo a fijarme en lo que una y otra vez (y otra y otra) hace que mis ojos se posen, mi mente reaccione y que una sonrisa de complicidad se dibuje en mi rostro: la sencillez. La simplicidad envuelta de una maravillosa sencillez.
Y es que, desde el punto de vista narrativo, es siempre lo que mejor funciona. No sé cómo era (o si alguna vez fue así) pero aquello de "una palabra mejor que una frase, un gesto mejor que una palabra" me ha parecido siempre un buen mantra a tener en cuenta a la hora de contar historias. Aunque también, pero esa es otra historia, a veces nos guste lo barroco.

El dilema narrativo, a resultas, es siempre bien fácil de estructurar: Qué quiero contar y cómo lo hago. No hay más. Y en encontrar soluciones está la magia de eso que llamamos cine.

Así que, para hablar de ello, volvamos a Ida, esa maravillosa película polaca dirigida por Pawel Pawlikowski que nos asaltó en 2013 dejándonos una huella de poso y calado y a una escena con apenas cuatro planos, que nos cuentan toda una historia.

Anna, una novicia huérfana, visita a su única pariente viva, su tía, antes de tomar los hábitos.
Esta escena arranca con las dos mujeres en el coche, en silencio.

PLANO 1:
Vemos a Anna mirando al frente, sin hablar. De vez en cuando dirige su mirada hacia su tía, la conductora del vehículo, y otras simplemente hacia el frente, mientras los árboles del bosque que atraviesan se reflejan en el cristal delantero y en su rostro.


PLANO 2:
Vemos a la tía de Anna, juez de profesión, en un plano mucho más cerrado, más hierática y concentrada en si misma si cabe. La acción (los dos planos) se mantiene bastante pese a la nula comunicación (precisamente para remarcarla) entre ellas.


PLANO 3:
De repente todo cambia.
Hemos dejado el coche, que no sabemos donde está, hemos dejado a las protagonistas de la historia, que han desaparecido, hemos abandonado los planos cercanos y nerviosos para adoptar un plano general abierto, donde apenas acertamos a ver un camino y lo que parece ser un coche de policía. ¿Qué une este plano con el anterior? ¿Como completar la elipsis que se nos ofrece? No habrá que tardar mucho para comprobarlo.


Efectivamente, algo podemos intuir, aunque siga sin quedar claro, cuando vemos que en este encuadre mantenido, por el flanco izquierdo, aparece un carruaje de caballos que tira de un coche que se hallaba fuera del espacio, caído en la cuneta.
Con dificultad y algo de parsimonia la improvisada grúa saca al coche siniestrado de nuevo a la calzada.



PLANO 4:
Y de nuevo un cambio brutal. Del amplio encuadre del bosque, los caballos y los coches, pasamos a uno mucho más cerrado, más oscuro, con un punto casi siniestro.
El cambio es tan grande que en este nuevo encuadre aparece un personaje no visto hasta ahora, que no pertenece a nuestra secuencia de acontecimientos (por lo que el descoloque narrativo es mayor) aunque una sola frase -una pregunta- hará que todos los elementos se sitúen y cobren sentido. Una sola frase -una pregunta- que une los dos planos del principio (las dos mujeres en el coche), el plano de en medio (la carretera, el remolque de un vehículo) y este plano del final, un policía grueso y hastiado que lanza una pregunta a una interlocutora que no vemos pero que con solo oír el requerimiento enseguida pondremos cara.



Ese "cuando empezaste a beber" además, habla y dice más que un "cuánto habías bebido". Nos habla y nos cuenta de un problema mayor, de algo arrastrado en el tiempo.

En apenas tres planos (coche, bosque, comisaría) hemos construido un mundo.
Tan sencillo, tan simple, tan difícil.

domingo, 21 de febrero de 2016

Aloft: un encadenado que se muerde la cola

No es parte de la magia: ES la magia.
Cosas que hacen que una película merezca la pena.
Cosas que van más allá de lo medible. Juegos, guiños, sutilezas.
Un puzzle donde todo encaja. Un momento sobrecogedor.
Y todo que desaparece en ese instante.

(Hago un inciso porque toca: quiero recuperar este blog, perdido en el más absoluto de los abandonos.
A su ritmo, que siempre fue lento, de no más de veinte o treinta entradas al año, pero con cierta constancia.
Y quizá lo escribo para obligarme, que siempre lo necesito, pero aquí lo dejo.
Quiero recuperar este blog. Quiero seguir viendo cine y no dejar la oportunidad de analizarlo, por ejemplo, a través de estos escritos.)

Y ahora sí, vuelvo a la magia. Vuelvo a esos instantes donde una película se hace grande. Aunque no sea más que un utilizar sus propios recursos, pero que le dan sentido (en la más amplia significación de la palabra) a todo.

No hace mucho tuve la suerte de disfrutar de uno de esos instantes.
Ocurría en "Aloft" una intensa película de personajes dirigida por Claudia Llosa.

No debería, no quisiera desvelar demasiado de la trama. No lo haré, aún sabiendo que hay casos en que contar algo es contar demasiado.

Aloft es, digámoslo así, una película estructurada en dos tiempos (de una misma historia) que se se van alternando.
En uno de esos tiempos, el pasado, vemos a una madre (interpretada por Jennifer Connelly) con su hijo de 10 años. En el otro tiempo, el presente que transcurre veinte años después, vemos a ese hijo (Cillian Murphy) buscando a su madre, con la que ha perdido todo contacto.

Y en un momento determinado, casi al final de la película, esos dos tiempos se juntan.
Pero no en un instante lineal (en el que el pasado se vuelva presente) sino conceptual.
Se unen huida y encuentro. Pregunta y respuesta.
Y esa unión, lenta e intensa, no podía hacerse de otra forma que con un encadenado de esos dos tiempos, de esos dos instantes que se convierten en uno.

Al principio vemos a la madre observando una escena concreta, sintiendo en sí misma toda la desazón e impotencia.
Y se vuelve. Y se gira. Y empieza a andar, a alejarse. Eso es lo que la cámara sigue. La acción de un alejamiento, físico y emocional. Un alejamiento para siempre.





Y entonces aparece el encadenado.
Un fundido de ese tiempo pasado con el presente. Un encadenado muy lento, en el que se unen la huida de entonces con el encuentro de ahora.




Y desaparece la imagen de la madre (porque se ha ido, porque ha elegido marcharse, desaparecer) y aparece la imagen del final de la búsqueda.
No parece casual que el medio para unir esos dos tiempos, el espacio del encuentro, sea un paisaje glacial, como si se quisiera remarcar el frío que ha marcado la sensación de lo transcurrido entre esos dos instantes.





Y aparece el presente.
Dejamos el abandono para ser partícipes del encuentro. Desaparece la huida para darnos de bruces con el regreso.
En un paraje árido, casi irreal, donde sabemos que está ella, la que se había marchado, la que había escapado, y nos dirigimos (nosotros con el hijo en ese coche que se ve a lo lejos) a su encuentro.




El propio espacio donde sabemos que va a ocurrir es también preludio de muchas cosas.
Sabemos que ella está allí -la historia nos lo ha contado- y al encontrarnos de bruces con ese paisaje sabemos que no podrá escapar esta vez. Que el reencuentro, tras el abandono, tras la huida, va a ser a todas luces inevitable.


Y en ese presente, donde el pasado ya ha desaparecido (en el fundido hemos "olvidado" la desaparición) solo queda espacio para el futuro, todavía lejano, todavía impredecible: ese coche que se acerca, inexorable, a su destino final.
El encadenado, en esta ocasión, como una pescadilla que se muerde la cola, ha desaparecido y ahora sí, por fin, en ese futuro podemos ver el horizonte.

domingo, 3 de mayo de 2015

La vida de Adèle: al revés para que me entiendas


Meses después -y qué importa- retomo este blog que, aunque a su ritmo, de momento ha decidido quedarse conmigo.
Y lo hacemos al revés, para que no me entienda ni yo.

Hablamos de ritmo. De montaje. Algo tan poco mesurable, tan de instinto, de sensibilidad. Tan del momento, de la historia concreta, de la acción determinada.
Pero será en ese ritmo -en ese engarce de un plano con el anterior, con el siguiente- donde resida gran parte del acierto (al menos narrativo) de la historia.

Por eso me atrae tanto encontrarme casos que se salen de lo común para adaptarse a lo que se quiere contar.
Y que se note, y que funcione.
Normalmente, la cadencia de encuadres va de más abierto a más cerrado, de mayor duración a menos. Esto permite, entre otras muchas cosas, determinar primero dónde está la acción para centrarnos después en la acción en sí, y en sus efectos dramáticos.
Esta manera de proceder hace que tengamos primero unos planos de situación seguidos de otros de expresión. Y, por mucho que apenas nos demos cuenta, estamos acostumbrados a esta manera de mostrar las escenas, la secuencias.

Pero traemos hoy a este blog un caso -uno de tantos- donde esto no es así.
"La vida de Adèle" del director Abdellatif Kechiche, es una película del 2013 basada en el cómic "El azul es un color cálido".

La acción que se nos cuenta en esta ocasión es el punto y final de una pareja. Cómo la chica toma la determinación y se lo hace saber al chico. Una historia mil veces contada, mil veces conocida, pero con la sutileza que da el no usar la palabra, y ese engarce de planos de mayor a menor.

Podremos dividir la narración en dos pequeñas escenas.
En esta primera (que yo llamaré "de introducción" o "prólogo") veremos a Adèle, la protagonista, en tres planos sin diálogo alguno.

PLANO 1:
La vemos fumando. Seria, parece que decidida.


PLANO 2:
La observamos de espaldas. Con todo el mundo a su alcance. No sabemos dónde posa su mirada, no sabemos qué cruza por su cabeza, pero sentimos, a través de este punto de vista, que puede estar pensando en el futuro, en lo que le queda por vivir.


PLANO 3 (y continuación):
Termina el cigarro y se va. Seguimos sin saber -no se nos ha dicho- en qué pensaba ni qué decisiones ha podido tomar, pero estos tres planos sirven de magnífico preámbulo de la escena siguiente, donde se resolverán todas nuestras dudas.



Directamente, por corte, la volvemos a ver pero en esta ocasión acompañada. Es, a mi modo de ver, una escena distinta de la anterior (cambia, además, el escenario) pero unida en tanto que pensamiento-acción, y sus derivadas.

PLANO 1:
Encuadre cerrado. Sin diálogo ninguno. La vemos a ella, rostro serio, acompañada de un chico.


PLANO 2:
Observamos un primer plano del chico. Podemos observar la tristeza en su expresión y cómo, en el encuadre mantenido, se le escapa una lágrima que corre por su rostro.


PLANO 3:
Volvemos a la cara de Adèle, esta vez de frente. Podemos intuir su empatía, su tristeza, pero también su determinación. Una expresión de "no hay más que decir" reafirmada por el silencio que nos acompaña en toda la secuencia.


PLANO 4:
Y aquí se abre el campo.
De los encuadres cerrados pasamos a uno más abierto. Aparece, como yo lo llamaba antes, el plano de situación: están los dos -la pareja- sentados en un banco bajo un árbol.

En un momento determinado, el chico se levanta y se va. Mediante los encuadres cerrados anteriores hemos entendido que le han dejado, que él ha sido el abandonado, y ahora, con toda la inmensidad que nos ofrece el plano general, vemos cómo es él el que sale de campo, el que se va, el que ya no pertenece a la historia.






Efectivamente, la historia, a partir de aquí, será de Adèle.
Y es ese plano abierto el que confronta por un lado su soledad frente al mundo con todas las posibilidades abiertas que están por llegar.
De algún modo, el sol que a contraluz se cuela en el encuadre nos reafirma toda esa vida que queda por llegar (toda esa película que queda por contar).
Es en ese plano abierto donde descansa la narración de lo que queda por venir -las esperanzas, la alegría, las decepciones- en la vida de nuestra protagonista.
Y es en cómo nos lo han contado (de la emoción del encuadre cerrado a la eclosión del abierto) donde navega el espectador que posa sus ojos en esta historia, no por mil veces contada, siempre emocionante y conmovedora.