Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


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lunes, 4 de junio de 2012

Mad Men: Las puertas

(este es un análisis de unos planos de la quinta temporada de Mad Men, correspondientes a los capítulos 4 y 5. Los posibles espoilers son tan nimios que resultan intrascendentes)

Hay elementos que resultan casi indispensables en el desarrollo icónico del lenguaje visual en general, y del narrativo en particular.
La sombra, los espejos, las ventanas. 
Por ejemplo.
Su juego entre lo que hay y lo que no, lo que se encuadra y lo que no, lo que incluye y lo que no, no solo nos habla de las posibilidades del espacio sino del tiempo que transmiten y reflejan.

Otro de esos elementos, también, son las puertas.
Una puerta no es sino aquello que une y separa dos espacios, dos lugares. 
Es un lugar de entrada y de salida, un orificio que nos puede introducir a lo desconocido o sacarnos de lo predecible.
Sus juegos son, así, múltiples y variados, y el cine ha sabido aprovecharse de ellos.

Y hay historias que, por su propio desarrollo físico, tienden a hacer un especial uso de ellas.
Pienso por ejemplo en la primera parte de "In the Mood for love", que transcurre prácticamente en el interior de una minúscula pensión, con todo el juego de espacios dramáticos, sugeridos, fueras de campo y aberturas que aquellas puertas generaban.

También es el caso de la serie de televisión que hoy nos ocupa, "Mad Men", pues mucho de su desarrollo se hace en la oficina de publicidad, con sus consiguientes despachos, pasillos, salas de reuniones, cafetería. 
Conectados, claro, por unas puertas que a veces están abiertas, a veces están cerradas.
Con todo lo que ello significa.

Y va a ser precisamente esa conexión la que permita, a su vez, entrelazar diferentes espacios, diferentes lugares y diferentes estados de ánimo a través de sus puertas.

Son muchos los casos, pero hoy veremos solo dos ejemplos.

PRIMER EJEMPLO: Una puerta que se cierra para abrirse a la vida.

Estamos en el apartamento de Joan, la secretaria interpretada por Cristina Hendricks, que recibe a su marido, quien acaba de volver de la guerra de Corea.















Solo una mirada y abrir el campo bastan para que nos demos cuenta hacia dónde se dirigen y con qué intención.
La idea es que sepamos qué va a ocurrir sin necesidad de mostrarlo, por tanto, una vez que entran en el dormitorio, la puerta que se cierra lentamente y el plano mantenido de ésta cerrada desde el exterior basta para que entendamos perfectamente la situación.





























Pero ya no es solo todo lo que esa puerta cerrada nos ofrece como información.
El mayor juego, en esta ocasión, va a ser cómo se conecta (ese espacio no mostrado, esa acción intuida) con la siguiente escena.

Justo después de ese plano general de la puerta cerrada en el apartamento de Joan, pasamos a un plano cerrado, casi detalle, de un armario.
La conexión puerta cerrada/armario cerrado es evidente.
A partir de ahí, unas manos entran en plano y abren el armario (antes la puerta se había cerrado, aquí el armario se abre).


















Una vez que hemos abierto el armario, comprobamos que se trata de una alacena donde vemos diversas paquetes, servilletas y vasos de plástico.
Lo que indudablemente más llama la atención, por su tamaño, su disposición y colorido es la caja con la palabra "Life" (vida).














De algún modo, tras aquella puerta que se había cerrado para que dos amantes pudieran estar solos, lo que conecta con esa historia es un armario que se abre para dar paso a la vida.

Lo más curioso (no tanto al tener en cuenta el devenir de la historia) es que ese armario recién abierto se cierra con la misma prestancia, volviendo a encerrar su contenido tras esas dos puertas.
















Aunque en principio resulte confuso ese abrir y cerrar tan seguido, se justifica en el siguiente plano, uno de situación donde vemos a Don Draper, el protagonista indiscutible de la serie, que en realidad está buscando unas aspirinas.














Ya no es solo la continuidad que da el hecho de cerrar y abrir puertas para conectar dos escenas, es que las implicaciones de lo que vemos en una escena y otra dan lugar a lecturas más que interesantes.

SEGUNDO EJEMPLO: El salto de eje consciente.

Cómo no admitir que el raccord y el eje sustentan gran parte de los juegos narrativos del audiovisual del siglo XXI.
Tanto para seguirlo como para jugar con él desde un punto de vista conceptual o gamberro.

En este ejemplo será para incidir en el carácter plural que tiene una puerta como icono. 
Va a servir para remarcar esa doble vía inherente a su naturaleza, la de entrada y la de salida, la de aquel que se va, la de aquel que entra.

En la escena primera, en el lugar de trabajo de Peggy (la creativa que había sido secretaria) se encuentra Kenneth manteniendo una conversación con ella.
Cuando la conversación acaba, Kenneth se dirige hacia la puerta con intención de salir.















Y va a ser justo en el momento en que abra la puerta para poder salir cuando -por corte- cambiamos el plano y nos situamos en el despacho de Lane Pryce, el director financiero que, en la misma posición que Kenneth abrirá la puerta no con la intención de salir, sino con la de dejar entrar a Roger Sterling.


















Y curiosamente, tras el choque inicial que supone este salto tan brutal del eje de lo narrado, podemos casi sentir cómo, a través de esa puerta recién abierta, Kenneth se está marchando del mismo modo -y al mismo tiempo- que Roger entra en escena.

Qué duda cabe que Mad Men es, en la actualidad, una de las series que más cuida todos los detalles (ambientación, diálogos, construcción de personajes), y los enlaces, las transiciones entre escenas no iba a ser una excepción.
Otra de estas conexiones, usada en varias ocasiones en el desarrollo de esta temporada, es la de fundir un personaje con él mismo, en tiempos y lugares distintos.
Pero eso será motivo de análisis el próximo día, que la cosa requiere, como no podía ser de otra manera, su tiempo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Cine y raccord son sinónimos (y el plano secuencia no es un remedio)

Ya estuvimos hablando en esta entrada de cómo el raccord funcionaba perfectamente como elemento de humor, y de este modo ha sido y seguirá siendo utilizado como referente de la parodia tautológica, a veces con mejor o peor resultado.

Que el cine es mentira ya lo sabíamos. Eramos conscientes de que el día es la noche (americana), de que en una conversación los interlocutores no tienen por qué estar en la misma habitación, o que los enemigos acérrimos de la continuidad son los cigarrillos, el pelo y los vasos de agua.
Todo eso ya lo sabíamos, si, pero es verdad que ahí hay mucho juego...

Bien se refleja en este anuncio (cuyo mensaje final no tiene nada que ver con lo que estamos hablando) que, como me decía un amigo, define y refleja perfectamente lo que el cine es: una gran y hermosa mentira, en la que entramos incondicionalmente. 


No hay mucho que explicar pues ya se encargan ellos mismos de mostrar el truco.
Decorados, ambientación, vestuario, objetos, dirección... Todo es susceptible de ser cambiado, movido o modificado.
Pero la magia, claro, es no darnos cuenta...

Viendo estas dos imágenes aisladas, es sencillo adivinar cuáles son las diferencias (¡veintiuna!) en total, pero no así en la continuidad de la narración.




Y es que por debajo (nunca mejor dicho) de las cámaras hay mucho movimiento, mucho cambio, mucho engaño perpetrado con alevosía.



Es curioso porque en este caso en concreto ni siquiera nos ofrecen un corte, un cambio de plano (no hay que olvidar que la edición es la mayor generadora de fallos de raccord), así que tampoco podremos darle a José Mota la razón al 100% cuando afirmaba en este skecht que el mejor remedio contra el raccord eran cuarenta días de plano secuencia...

Con él os dejo.



miércoles, 12 de mayo de 2010

Los amantes del Círculo Polar vs. Slumdog Millionaire: bruscos saltos temporales

Hay recursos narrativos efectistas y efectivos, que suelen funcionar muy bien y siempre se agradecen.
Y hay partes en una historia que suelen ser propicias para este tipo de incrustaciones.
Este es el caso de un personaje que se vuelve mayor.
Cuando queremos contar toda la vida de un personaje, es bastante habitual que elijamos dos, tres o incluso cuatro momentos importantes (infancia, adolescencia, madurez, vejez) para tener una visión global de su desarrollo.
Y es precisamente los pasos entre un momento y otro, donde se pone en solfa la creatividad narrativa de los directores.

Un recurso bastante utilizado es el que se muestra en estas dos películas que comparamos hoy, "Los amantes del Círculo Polar" y "Slumdog Millionaire": Aprovechar un movimiento determinado, para que el personaje joven comience ese movimiento, y que sea el personaje ya crecido el que lo continúe y acabe.
También se le suele denominar "falso raccord de movimiento", pues el salto en la continuidad es evidente.

Veamos el primero de los ejemplos.
En el caso de "Los amantes del Círculo Polar", la película que Julio Médem dirigió en 1998, el cambio se realizará sobre los dos protagonistas, Ana y Otto, que comparten la vuelta del colegio en el coche de la madre de Ana
Una conversación banal, un autobús que se cruza, y el tiempo que pasa, como quien no quiere la cosa.
Aquí lo tenéis:



De una forma brusca y efectiva conseguimos un salto temporal de diez años.
A la voz en off que dice: "Los cambios llegaron de golpe", el coche que conduce la madre está a punto de chocar con un autobús, y en el frenazo repentino tenemos a los niños que se vencen hacia delante, de manera que cuando retoman su posición lo hacen convertidos ya en adolescentes.








Un caso similar se ofrece en "Slumdog Millionaire", la película que cubrió de Oscars a Danny Boyle y que supuso un verdadero éxito de taquilla en 2008.

En este caso, en los flashbacks en que el personaje de Jamal (que participa en el concurso ¿Quiere ser millonario?) descubre el por qué sabe todas las respuestas, comprobamos cómo Jamal, junto con su hermano Salim, son arrojados de un tren en marcha por intentar robar.
Será durante el rodamiento al margen de la vía, cuando los personajes "crezcan", y al terminar el movimiento veremos cómo han pasado unos cuantos años.

El vídeo no llega a los 45 segundos:



En este caso hay una recreación en el momento en que los dos personajes ruedan por la tierra, centrándonos bastante en los rostros de los hermanos y en el polvo que los envuelve, para ofrecer la mayor continuidad posible.






Es curioso comprobar cómo en esta ocasión esta transición temporal dura más (los planos de los personajes rodando están alargados claramente), probablemente para incidir en el transcurso temporal que afecta a los hermanos, cuando en el caso de la cinta de Médem, la transición es mucho más mínima teniendo en cuenta que el salto temporal es evidentemente mayor.

En cualquier caso son ejemplos que buscan lo mismo: Ofrecer saltos en el tiempo de la forma más breve, de la forma más brusca.
Y ahí están...

martes, 13 de abril de 2010

El raccord, los saltos de eje, y el humor como motor del aprendizaje


No cabe duda que una de las mejores maneras para enseñar -y aprender- es a base de buenas dosis de humor. 
Generar dudas, desacralizar, reírse de uno mismo. 
Todo forma parte del camino hacia el aprendizaje.

Y mucho de esto hay en este cortometraje que se hizo muy popular (y con él sus protagonistas) hablando del mundo de los saltos de eje, enmedio de un hilarante diálogo sobre la película "Los Goonies".
Seguro que muchos lo conocéis, aunque no cansa el volver a verlo, tan lleno de imaginación y momentos divetidos.
Se trata de "Tía, no te saltes el eje" dirigido por Kike Narcea.



De esta manera tan desvergonzada y libre de prejuicios nos introduce de lleno en estos conceptos tan básicos del lenguaje audiovisual.
De agradecer, sin duda.

Hay muchas (y a raíz de este cortometraje proliferaron, aunque con dispar suerte) otras piezas que reflexionan con humor, o directamente se toman a pitorreo, el mundo cinematográfico.

Otro momento cumbre sale de uno de los capítulos de las serie de humor "Muchachada Nui", de Joaquín Reyes y compañía, que en un entorno muy dogma se burlan con su característico humor absurdo de los problemas de raccord (continuidad) en el cine.
Es solo un momento, pero en este video podréis disfrutar de la pieza completa.



Si buceáis podréis encontrar muchos ejemplos -más o menos afortunados- de cómo estos valores del lenguaje narrativo se ponen algo más que en solfa.

Tomémonos así la vida, que nunca está de más.

Yo por mi parte os dejo con la segunda parte del corto de Kiki Narcea, donde las dos protagonistas se dan cuenta irremisiblemente que en el fondo no son más que cine.
Que no son más, pues, que mentira...




martes, 16 de marzo de 2010

El tercer hombre: Alterando la continuidad de manera intencionada.

La importancia de la continuidad narrativa, de lo que comúnmente conocemos por raccord, , es evidente en el lenguaje cinematográfico.

Es ampliamente conocido que se dan muchísimos fallos en este aspecto, y sobre todo los de ambientación son harto difundidos. Alguno veremos también por aquí, pero hoy me interesa más destacar esos fallos intencionados (dejaré pues de llamarlos así), esas alteraciones hechas ex profeso para que la historia que nos cuentan funcione mejor.

Un ejemplo (bueno no, dos) de ello se da en la película "El tercer hombre", dirigida por Carold Reed e interpretada por Orson Welles y Joseph Cotten.

Joseph Cotten interpreta a Holly Martins, un mediocre escritor que viaja a Viena para encontrarse con su amigo Harry Lime (Orson Welles) y nada más llegar descubre que este ha muerto.
Tras algún enigma entorno a su fallecimiento y a la verdadera vida que su amigo llevaba en la capital austríaca, llegamos a esta famosísima secuencia, donde Holly Martins descubrirá con sorpresa que Lime en realidad no ha muerto, y que sigue muy vivo...

Dura un minuto y medio:



El inicio de la secuencia, como suele ser habitual, sucede con un plano abierto para situar el escenario.


Y, ya que es la zona que menos se aprecia, cerramos el plano para poder observar cómo un personaje misterioso, supuesto espía, se esconde tras la penumbra de un portal.


Tras varios planos de diálogo y acomodación del personaje de Joseph Cotten apoyado en un muro bajo una farola (él está iluminado, el otro personaje no), volvemos de nuevo al plano de situación, para tener una clara idea de los tres elementos fundamentales que van a intervenir en la historia: Holly Martins bajo la luz, el hombre misterioso en un portal a oscuras, y una ventana de un edificio, que cuando se ilumine "sacará a la luz" la identidad del supuesto espía.


El siguiente plano vuelve hacia el hombre escondido tras las sombras, donde solo vemos al gato que tiene a sus pies.


Ahora vemos el plano de la ventana, que actuará como catarsis de la historia.
Es curioso porque aquí sí que se produce el único fallo de raccord (no intencionado) de la secuencia, ya que dos planos antes habíamos visto la misma ventana con las contraventanas cerradas y ahora están abiertas.
Pero nada de eso será importante.
Y la historia sí lo es.


Lo importante sucede cuando la luz del interior de la habitación se enciende y la ventana se ilumina.
Aquí tendríamos ese primer supuesto desajuste de la continuidad.
Efectivamente, la ventana YA está iluminada, cuando por corte pasamos al plano del portal, donde el hombre misterioso TODAVÍA está en penumbra.
Acto seguido vemos cómo se le ilumina el rostro.

No es descabellado pensar que la acción está narrada así a propósito, para dar más importancia al momento de descubrir el rostro de Harry Lime.
Desde luego hay otras connotaciones (el personaje de Orson Welles estaba "muerto": la oscuridad es la muerte y la luz la vida) pero el efecto dramático de semejante aparición se potencia mucho más de esta manera.




Por si todavía no ha quedado claro, tras la sorpresa inicial pasamos a un acercamiento, un zoom sobre la cara del protagonista, donde apreciamos a un tiempo un gesto burlón y cínico que define perfectamente al personaje.


La contrarréplica a este descubrimiento viene en seguida con el primer plano del gesto de sorpresa de Holly Martins, que acaba de descubrir que su amigo no ha muerto.


A continuación -la acción se desarrolla muy rápido- veremos cómo la luz se vuelve a apagar y ese personaje "resucitado" se perderá entre las sombras.
Para ello volvemos de nuevo a la ventana y apreciamos cómo la mujer que protesta por el ruido hace intención de cerrarla, y, por medio de un fundido (una elección curiosa la de este fundido) volvemos a la cara de Harry Lime. Al ver cómo la cara del protagonista se vuelve oscura, entendemos (ya lo sabemos, así que no es necesario volver al plano de la ventana) que la mujer ha apagado la luz.





La otra alteración de la continuidad que según mi punto de vista sucede en esta secuencia se da en este momento.
Holly intenta llegar al portal para encontrase con su amigo ( si recordamos el plano de situación, está realmente cerca) y oportunamente aparece un coche que le impide cruzar y que da algo más de tiempo a que el personaje de Orson Welles desaparezca.

Pero si observamos bien, aparte del oportunismo del vehículo, es que el coche PASA DOS VECES, para retardar aún más la posible llegada de Holly al portal.

Además, en este caso con todo el sentido del mundo, esas dos pasadas (eso dos planos) están unidos por un fundido y no por corte, con lo que la sensación temporal es todavía mayor.

Aquí vemos cómo el coche casi ha pasado...
Este es el fundido entre los dos planos...
Y al cambiar apreciamos cómo el coche está todavía pasando.


Obviamente el resultado es el pretendido, y se ha conseguido que Harry Lime vuelva al oscuro mundo de las sombras...




La película es un clásico de 1949, y bien merece revisitarla...