Se podrá definir mejor, seguro, pero la elipsis, en el lenguaje audiovisual, es robarle tiempo al tiempo.
Omitimos, intuimos. Nos dejamos llevar por lo implícito. Y lo mejor es que, en ese proceso, en más de una ocasión no nos damos ni cuenta del artificio que conlleva.
Cuando en una película (o una serie) vemos a un personaje que apaga un despertador, y en el siguiente plano lo vemos vestido y desayunando, casi ni nos damos cuenta que se ha levantado de la cama, que se ha duchado, que se ha afeitado y vestido entre aquel plano y este.
La vida se nos muestra a velocidad de narración y lo asumimos como tal.
Quizá lo mejor sea que todo lo demás nos parecería raro.
Por eso me gustan las elipsis que no parece que son, las continuidades que en realidad sí son elipsis, o el juego, el juego siempre, el juego en general.
Y mucho más si es tan real que asusta.
Algo así -esa identificación con lo real- me ocurrió viendo viendo el capítulo nº 2 de la séptima temporada de Mad Men.
Y es que, en solo cuatro sencillos planos, juega con la confusión de la elipsis para acercarnos a la vida.
Y lo vemos de una manera fácil:
PLANO 1:
Empieza el capítulo. Abre desde negro y vemos al protagonista de la serie, Don Draper, tumbado en la cama.
Suena el despertador y lo apaga.
PLANO 2:
Justo en el momento de apagarlo cortamos a un plano detalle del despertador, para ver bien la hora. Las 7:30.
Hora de levantarse, hora de ir a trabajar y comenzar el día.
PLANO 3:
Casi sin solución de continuidad volvemos a ver a Don Draper en la cama. Como dice alguno de los manuales que tengo por casa "el cambio de plano por corte, si no hay ninguna indicación que diga lo contrario, supone que lo que estamos viendo sucede a continuación de lo que acabamos de ver".
Bien.
Y así sucede.
Don Draper, en la cama, parece resistirse a levantarse pese a acabar de apagar el despertador.
Es ese "un poquito más" que a más de uno, en más de una ocasión, nos ha pasado y nos pasa.
Pero entonces ocurre.
Sin cambiar de plano, la cámara se mueve un poco hacia la derecha del encuadre, y volvemos a ver el despertador. Casi en negro, medio en penumbra -emulando a la visión del propio Draper- vemos a intuimos que la hora en el despertador ha cambiado. ¿O no?
PLANO 4:
Pues sí.
Este plano detalle lo confirma: las 12:34.
Puede que la vida de Draper tenga que ver. Puede que se acumulen la bebida y los problemas, pero yo no dejo de preguntarme: ¿a quién no le ha pasado?
Me parece tan real (os recomiendo verlo en audiovisual, donde la sensación se potencia) que no me queda más remedio que preguntarme: si acabo de apagar el despertador y un minuto después han pasado cinco horas ¿hay que considerarlo, en realidad, una elipsis?