Un clásico es un clásico.
Y la revisión de un clásico es..pues eso, la revisión de un clásico.
Fuera de las filias y fobias que ha levantado esta -más que continuación, homenaje- de una de las trilogías más famosas de la historia del cine, yo quiero quedarme en esta ocasión con un elemento apenas perceptible, curioso y cuando menos simpático, que me he atrevido a llamar (por si las enciclopedias de lenguaje narrativo quisieran adoptar el término) la elipsis agachadilla.
Se trata, ya digo, de "Star Wars: The Force Awakens", dirigida por J.J.Abrams tras recoger la factoría Disney el testigo de la misma.
En el caso que nos ocupa, se trata de una acción que transcurre sobre el minuto cuarenta de la película.
Coincide, además, con un momento realmente emocionante, que es la primera aparición en escena de dos de los personajes más importantes de la saga, Han Solo y Chewbacca.
En un primer plano vemos como los dos protagonistas, Rey y Finn, que han robado la nave "El Halcón Solitario", se esconden ante la llegada de alguien a la misma.
Tras un breve momento de incertidumbre, y para marcar la emoción del momento, entran en el plano Han Solo y su eterno compañero, con toda la épica (música, angulación, movimiento de cámara) que este momento requiere.
Y aquí, justo después, viene el momento reseñado.
Han y Chewbacca escuchan un ruido que proviene del escondite de los protagonistas, y abren la portezuela.
En este plano podemos comprobar en un claro ángulo picado la situación de Han Solo y la de Rey, Finn y el robot.
Por si no quedase claro, vemos justo después el contra plano contrapicado, de abajo hacia arriba.
Vemos cómo Rey y Finn llevan unas máscaras puestas, y podemos apreciar claramente no solo la distancia que los separa, sino que al estar encerrados como están, no podríamos decir que les va a resultar fácil salir de ese lugar.
Sin embargo, llega la magia del cine.
Llega la elipsis agachadilla.
Justo en el plano siguiente, sin solución de continuidad, vemos la figura de Han Solo de espaldas, un Han Solo que nosotros como espectadores imaginamos que continúa mirando al fondo de la bodega del halcón Milenario.
Y entonces ocurre.
Se incorpora la chica.
Y se incorpora el chico.
Sin máscara, sin robot, sin necesidad de trepar, de que les ayuden.
Ya está.
Y yo me los imagino agachados, al principio del plano, en espera de la señal del director (un "ya" habrá sido más que suficiente) para incorporarse al plano, a la historia, al encuadre, y así solventar lo que de otra manera hubiera sido un engorro que habría llevado unos minutos más en una película que, reconozcámoslo, no los necesitaba.
No si con una elipsis agachadilla puedes contarlo mejor, muchísimo mejor.
domingo, 26 de junio de 2016
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