Sucedió hace ya, allá por el año 1988.
Acaban de estrenar "
Las amistades peligrosas". Buscaba yo un hueco durante la semana para ir a verla, cuando en una revista de cine encontré la siguiente imagen:
No me parece justo.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Yo en este caso diría que una imagen fastidia más que cualquier espoiler.
No había, pensé yo cuando vi aquella imagen, ninguna necesidad de usarla como promoción de la historia. Y más si de lo que se pretende es atrapar espectadores para que vayan a verla.
No niego su espectacularidad, su fuerza visual, esa sangre entre la nieve, pero a ver quién es el guapo que borra esa imagen mientras se deja engatusar durante una hora y media por los perversos juegos de esos dos manipuladores que eran John Malkovich y Glenn Close.
No es ya saber qué pasa, si no exactamente cómo pasa.
De cualquier modo no es lo mismo que el caso que nos ocupa.
Peor por encontrase en el propio cartel, peor por ser columna vertebral de la historia que se cuenta, peor por lo inevitable que resultaba verlo y saber, verlo y unir los evidentes puntos.
La lengua de las mariposas es una película de Jose Luis Cuerda del año 1999.
Narra la historia de Moncho, un niño de ocho años que se incorpora al colegio tras una larga enfermedad, y cómo entabla una relación de fascinación y aprendizaje con el maestro interpretado por Fernando Fernán Gómez.
Ese descubrir el mundo a través de los inocentes ojos de Moncho estará, para el espectador, inevitablemente truncado, pues con un poco de retentiva la impactante imagen del cartel nos llevará a entender cómo acabará esa historia de amistad y conocimiento en los albores de la Guerra Civil española.
Sigo diciéndolo: No había necesidad.
Con lo fácil que hubiese sido elegir otro cartel como el que se usó para la versión americana.
La imagen de un cartel debe acompañar, recrear, sugerir y enganchar. Nunca contar.
Hace poco me llamó la atención otro caso, más sutil, más singular, y del que prefiero hablar poco.
Se trata del magnífico cómic de Montesol "Speak Low".
Si pensáis leerlo quizá deberíais abandonar esta entrada ahora.
El caso es que, aunque explicativa e importante, la portada de Montesol pasa desapercibida durante gran parte de la historia, y no será hasta bien entrada la narración cuando le demos cuerpo y sentido a la que en principio se presenta como una imagen sin demasiado peso.
Un riesgo sí, pero muy bien llevado (al menos en mi caso, que me engaño totalmente).
Cuidado pues con esa imagen que cuenta más de lo que debe, cuidado con el poder narrativo de un simple fotograma, porque puede, a modo de Homer Simpson en la puerta de un cine, destrozar toda una historia.
Las imágenes, también, deben saber callar.