Dedicado a Antonio Jaime, Pelu, que inició esta historia, y a Iván Villafaina, que la rescató de mis recuerdos...
Buscaba una entrada especial para dar la bienvenida a las vacaciones de navidad (este blog de vocación didáctica seguirá cerrando por vacaciones), y creo que no he podido encontrar una más curiosa, más extraña, más sorprendente.
Y todo se inicia en 1992...
Hay que educar la mirada. Uno aprende eso sólo con el paso del tiempo.
Que te des cuenta de cosas que otros no ven, que puedas apreciar cosas que a otros se les pasa, suele ocurrir sólo después de haber visto mucho.
No surge espontáneamente.
Y también es necesaria una intencionalidad: Cuando quieres ver más allá de lo que te enseñan, acabas viendo.
Darte cuenta de esas cosas, ya digo, lleva su tiempo.
Y, os lo puedo asegurar, todo se disfruta mucho más.
Llega ahora el momento de contar esta historia que, de algún modo, ejemplifica lo que digo.
Ocurrió una tarde de 1992, cuando tras haber asistido a la proyección de "The Crying Game" de Neil Jordan, Pelu me dijo:
"¿Te has fijado en el movimiento de cámara del principio?"
Yo, torpe por naturaleza, después del desarrollo de esta historia de amor y descubrimiento, en lo menos que podía pensar era en el plano del principio de la película.
"Mientras lo estaba viendo" -proseguía Pelu- "me preguntaba dónde estaba colocada la cámara".
Pelu tenía razón. Si observas bien el plano, resulta desconcertante cómo ha podido realizarse.
Es un travelling horizontal desde fuera de un puente, y la cámara parece que cruza por enmedio de las aguas, con lo que los engranajes de grúas y guías parecen -en principio- demasiado complicados para un plano así.
Vedlo por vosotros mismos.
Ya digo que sólo se trata de mirar.
Algo también hay -qué duda cabe- de imaginar que haces las cosas.
Tienes que ser cámara, tienes que imaginarte que tienes una cámara entre las manos y que tienes que rodar ese plano que estás viendo.
Y entonces, porque quieres descubrir esa parte de magia, tienes que averiguar cómo está hecho.
Porque detrás de un plano tan simple, disimuladamente, se esconde una complejidad técnica.
Pero Pelu lo tenía claro: "Pensaba que habían construido un puente paralelo para rodar el plano" -me dijo- "hasta que poco después, cuando la cámara se abre y los protagonistas pasean por los alrededores, el propio escenario me dio la respuesta".
Volvía a tener razón.
Si queréis descubrir por vosotros mismos cómo está rodado el plano (no podía ser más fácil) miradlo en este video de apenas 18 segundos:
Efectivamente, no había que construir un puente paralelo pues ya estaba construido. Ese pasaje de madera sirvió perfectamente para hacer la panorámica.
Y si no llegan a mostrarlo en este fotograma, el secreto hubiera permanecido oculto a nuestros ojos.
Aquí parece que termina la historia, pero en realidad comienza.
Supongo que de un modo u otro aquello se quedó grabado en mi cabeza (pues volví a ver la película para comprobarlo por mí mismo) y me ha perseguido todos estos años.
Y Neil Jordan ha hecho lo suyo para que se me quede.
Retomo esta historia cuatro años después. 1996.
Asisto a la proyección de "Michael Collins" otra película de Neil Jordan protagonizada en este caso por Liam Neeson. Y, yo diría que estupefacto, compruebo cómo vuelve a aparecer -no es magia y sí realidad- el mismo puente, la misma pasarela, el mismo escenario, en una historia completamente distinta.
Son sólo dieciséis segundos, podéis comprobarlo por vosotros mismos:
Si es fácil o difícil que en los 100 minutos que dura la película te des cuenta que aparece un mismo escenario (en otra época diferente) que viste en una película cuatro años antes, juzgadlo vosotros.
Imagino, y no hay que darle más vueltas, que eso (y todo lo que vino después) pertenece sobre todo al terreno de las obsesiones.
En este caso las de Neil Jordan -primero- y después las mías propias.
Pero aunque fuesen apenas quince segundos, años después yo reconocí ese puente como si lo hubiese visto ayer.
Y a partir de aquí la historia se torna en hecatombe.
Todo se convierte en un intento de recordar y comprobar.
Recordar porque recordé que la película que Jordan hizo entremedias de estas dos, la curiosa y revisable "Entrevista con el vampiro", en 1994, empezaba y terminaba en un puente.
No era el mismo puente -está claro- pero el escenario donde arrancaba la historia, y en este caso donde acababa, se convertía en recurrente.
Puede que toda esta historia se estuviese convirtiendo en parte de casualidad y parte de mi imaginación, pero os remito a las propias películas para que podáis comprobar cómo estas curiosas conexiones -sean o no intencionadas- están ahí presentes.
El inicio de "Entrevista del vampiro" no he podido insertarlo, por los sempiternos problemas de permisos, pero lo podéis ver en este enlace.
Y tenéis también las imágenes de cómo empieza esta epopeya de vampiros y sumisiones.
Y el final, donde volvemos al mismo escenario, al mismo puente, podréis verlo pinchando aquí.
No es difícil buscar metáforas con semejante escenario. Mucho más cuando el inicio es un amanecer y el final transcurre en el ocaso.
Y además, si la historia se hubiese quedado ahí, yo habría podido atribuirlo en cierta medida a la casualidad, pero es que no, no se queda ahí.
Ni muchísimo menos.
Decidí, por cabezonería o por aburrimiento (dos de mis leitmotiv fundamentales) dar un repaso somero a la filmografía del bueno de Neil.
Y enseguida me topé con "Mona Lisa", su tercera película, dirigida en 1986, y que yo había visto de estreno en mis años universitarios (largometraje al que -por otras razones- le tengo un cariño especial).
Y no sé si fue sorpresa o asentimiento, no sé si de algún modo yo esperaba ver lo que vi pero, efectivamente (parece que no podía ser de otra manera) la película empieza invariablemente con el protagonista cruzando un puente, amaneciendo -otra constante- en busca de una nueva vida.
No he podido colgar el video, pero os dejo con las imágenes.
Fue Iván, hace poco, precisamente hablando de esta curiosa y extravagante película, el que me recordó toda esta historia de puentes y casualidades que os acabo de contar.
Imagino que para cualquier aclaración habría que preguntarle directamente a Neil Jordan, cosa que, por otro lado, me alegraría bastante poder hacer.
No es sólo cuestión de puentes.
En su filmografía, el director irlandés suele ubicar siempre la historia cerca de un parque de atracciones.
Es cierto, sí, son escenarios muy cinematográficos.
Pero esta historia tampoco acaba aquí.
Iván me recordó a través de "Mona Lisa" todo ese cúmulo de casualidades y puentes, pero enseguida empecé a pensar que seguro que habría más películas, que habría más coincidencias.
Me di cuenta que -por diversas razones- se me habían escapado las últimas películas de Neil Jordan. Concretamente "El buen ladrón" y "Desayuno en Plutón", que además tenía ganas de verlas.
Así que me hice con ellas y preparé una buena sesión doble.
Fuera ya de sorpresas, comprobé (como quien sabe lo que va a pasar) que, en estos dos casos, la historia termina en -algo parecido a- un puente.
"El buen ladrón" es del año 2002, y en su final los dos protagonistas cruzan una pasarela a modo de embarcadero.
El caso de "Desayuno en Plutón" es algo distinto, pues su protagonista también se aleja, pero en este caso el escenario es más parecido a un laberinto de pasarelas.
Puede que haya más películas donde aparece (no las he visto todas), o puede que todo sea fruto de imaginaciones mías.
Da igual. Es una manera, como otra cualquiera, de divertirse y pasar el tiempo.
Hablaba al principio de esta historia que hay que educar la mirada.
Yo así lo creo.
No sé muy bien si con historias como esta uno la educa o la pervierte (yo ya no podré volver a ver en mi vida una película de Neil Jordan sin pensar en puentes), pero en cualquier caso no está demás disfrutar con esas pequeñas obsesiones que los directores plasman en sus historias y sentirte cómplices de ellas.
Y como os digo, si alguna vez tenéis la oportunidad de conocer y hablar de Neil Jordan no dejéis de preguntarle por sus puentes.
Mientras tanto, disfrutad de las vacaciones.