Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


jueves, 6 de marzo de 2014

True Detective: No seré yo

Lo primero aclarar: no hay espoilers en este comentario. Más allá que hablemos de un plano secuencia del que todo el mundo habla, y que prefiero no enlazar pues lo suyo es verlo en su momento y en su contexto.
Pero en realidad quiero hablar de otra cosa.

Por eso lo segundo es añadir: No seré yo.
No seré yo el que niegue la calidad, la dificultad, la maestría, la planificación, la tensión y el apabullante resultado de "ese" plano secuencia.
No seré yo.
No seré yo el que no disfrute con el frenético ritmo, la medida coreografía o el olor a cine negro que cada fotograma desprende.
Pero, será la edad, será las inclinaciones de uno, de ese episodio me quedo yo con otro plano.
Con -otra- maravilla.

Digámoslo ya, aunque venga recogido en el título del comentario, que hablo de "True Detective" esa nueva serie de la HBO que, sin haber terminado aún su primera temporada, ya parece destinada a ser un referente dentro de la más que probada calidad que ofrece dicho canal.

No quiero contar nada de una historia donde (como suele ser habitual, además) vamos a disfrutar más del cómo se cuenta que de el qué.

En todo caso, el plano que me vengo a referir se produce tras una conversación entre dos protagonistas, Rustin Cohle (interpretado por un Matthew McConaughey del que me gustaría comentar algo pronto por estos lares) y Maggie Hart, interpretada en este caso por Michelle Monaghan.



El plano, que por otro lado no puede ser más simple, empieza cuando Rust abandona la cafetería. Coge su paquete de cigarrillos, se lo mete en el bolsillo de la camisa y sale del escenario.
El encuadre está cogido desde el exterior y, aunque nos centremos en la figura de Maggie, podemos también observar los reflejos de la calle que se proyectan en el cristal.





Tras un momento donde hemos dejado a Maggie absorta en sus pensamientos, podemos observar cómo Rust vuelve a entrar en el encuadre, pero esta vez vemos que ya está en el exterior, marchándose del local, y que es uno más de los reflejos del cristal, dirigiéndose en este caso hasta su coche.




Justo en ese momento, como queriendo intuir algo, Maggie gira la cabeza.
Y va a ser en ese preciso instante, que coincide además cuando  el rostro de Rust cruza el espacio donde está el rostro de Maggie, cuando el foco cambie de destino y pasemos a enfocar al personaje de Rust, para concretar aún más si se puede que acaba de "pasar" por la mente de Maggie.




Ya está. 
Así termina.
Intuimos al personaje de Maggie borroso en el cristal, absorto en sus pensamientos, mientras el de Rust también se ha escondido tras las sombras de su coche y la luz potente de la vitrina del bar.

Se mantiene un poco más en esa quietud milimetrada y el plano acaba.


Todo en este plano me resulta atractivo.
Más allá de lo que se cuenta, en lo que no voy a entrar pero que claramente se trasluce (nunca mejor dicho) de las propias imágenes, hay un ritmo, una delicadeza y una sutileza propia de quién sabe qué quiere contar y cómo.

Y sí, muy alejado que la majestuosidad y la contundencia de ese plano secuencia final que -a todos- nos ha dejado boquiabiertos.
Pero es que no son excluyentes.
Por eso no seré yo el que lo menosprecie, más bien al contrario.
Pero por eso reivindico también este otro.
Porque la delicadeza suma, y el ritmo tenso, infernal y denso no puede ni debe mantenerse siempre.