Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


jueves, 14 de abril de 2011

Vida en sombras: el cine como pasión

El cine es una pasión.
Cargada muchas veces de demasiada mitificación, y ensalzada hasta la desmesura por los que lo amamos.
No me hubiese importado llamar a este blog "Cine es mi pasión", por aquello de la coherencia con el otro blog que tengo, aunque precisamente esa mitificación y esa pasión fueron las que me decidieron escoger el nombre -ese breve encuentro- que ahora tiene.

El cine es una pasión.
Y como buena pasión, sólo es entendida por aquellos que la comparten.
En este caso -es una ventaja- somos muchos los locos que nos dejamos arrastrar por el misterio de una sala a oscuras, que nos fascinamos con la falsa luz de la cuarta pared, los que hemos vivido demasiado -aunque fuese mentira- dentro de un cine como para que no se nos hubiese colado éste hasta la médula.

Pero ya digo que no somos los únicos.
Y un buen ejemplo, una buena historia para retomar de nuevo los vídeos de este blog y para despedirnos hasta después de semana santa, es la historia de "Vida en sombras", la historia de Lorenzo Llobet Gracia.

"Vida en sombras", rodada en 1949, no llegó a estrenarse nunca comercialmente, por diversos problemas de censura y producción, y su director, Llobet Gracia, no pudo volver a rodar ninguna otra cinta, por lo que es considerado con razón uno de los directores malditos del cine español.
La copia que se conserva viene de la restauración de un negativo encontrado décadas después, lo que permitió su posterior estreno y el encuentro por fin con su único lugar en el mundo: una sala de proyección.

La película es magnífica.
Puro amor al cine. Cine dentro del cine.
Protagonizada por Fernando Fernán Gómez, cuenta de un curioso modo cíclico la vida de Carlos, un operador de cámara que nace a principios de siglo en una barraca donde se está dando a conocer el cinematógrafo (nace el cine, nace él), y cómo este hecho -la pasión por contar historias con una cámara- marcará el resto de su vida.

Quería traer hoy aquí el inicio de la película, los primeros siete minutos que resumen sin duda ese amor al cine que tantos tenemos.
Es una delicia para los sentidos.
El sonido no es el mejor, pero se disfruta sin contemplaciones.
Os dejo con ella:


Efectivamente, lo único que uno siente al ver estos minutos, es ganas de seguir con la historia. De ver evolucionar a ese Carlos de niño yendo a ver las películas de aventuras, a ese Carlos de mayor enamorado del cine y afectado por la vida...

En cualquier caso sí me gustaría detenerme en pequeños detalles (este inicio está lleno de posibles análisis) que surgen al principio de la narración.

Lo primero que me llama la atención es el juego Realidad/Ficción que se establece desde el segundo uno.
Lo primero que vemos es la representación (de los padres de Carlos) boca abajo, lo que nos da una doble y a lo mejor triple lectura: Por un lado remarca el hecho de que estamos viendo una fotografía (así es como se recoge la imagen en una cámara oscura), por otro lado nos indica que es mentira lo que estamos viendo (no es la vida real, esta tamizada a través de una máquina) pero también indica que el cine está formado por fotografías, y que en el fondo todo -cine, vida, realidad, fotografía, ficción, mentira- se mezclan en una misma cosa.

No quiero contar nada, pero no será hasta el final de la película cuando este plano cobre -entonces sí- su verdadero sentido.


Para incidir en esto que cuento, posteriormente veremos al fotógrafo (el causante del artificio) y a la pareja, en esta ocasión ya boca arriba.



Otro momento importante es cuando en una caseta ganan un Zoótropo.
Eso nos sitúa perfectamente en un contexto histórico determinado: el nacimiento del cine.
Resulta igualmente curioso cómo ha sido la fotografía la primera en mostrarse (no olvidemos que fue el nacimiento de la fotografía el trampolín imprescindible para que el cine se pudiese desarrollar) y luego haga aparición este mismo.


El momento culmen de la secuencia inicial se desarrolla dentro de la llamada "barraca de los franceses", donde en principio nos muestran de un modo bastante veraz lo que debían ser las proyecciones entonces, con el ambiente abarrotado, el humo, la expectación, el dueño de la barraca comentando lo que se ve...



Y por último el triple nacimiento al que tenemos el placer de asistir:
Vemos cómo los espectadores asisten al nacimiento del cine (las primeras proyecciones), vemos cómo en la pantalla se proyecta un nacimiento (el mago saca un recién nacido de la chistera) y vemos como la madre de Carlos, de un modo naïf y entrañable tiene a luz a su bebé en ese mismo momento.





El poder de las imágenes, el poder del cine.
Lo decía al principio: El cine es una pasión. Nos arrastra, nos engulle, nos conmueve.
Y los que la sentimos como tal nos dejamos. Nos dejamos arrastrar, nos dejamos engullir, nos dejamos conmover.
Que sea así por mucho tiempo...

miércoles, 13 de abril de 2011

Breve encuentro: el eterno retorno

Así es.
Como el ave fénix, regresamos de nuestras propias cenizas.
"Breve encuentro" vuelve a tener cuenta para subir vídeos, y así poder mostrar y explicar mejor los vericuetos imposibles de este arte tan enigmáticamente mitificado al que llamamos cine.

No me he podido resistir.
Imagino que soy demasiado cabezota, y un poco inasequible al desaliento. Aunque más lo primero, qué duda cabe.

En cualquier caso la promesa es doble y llega cargada de trabajo, pues la intención no sólo es mostrar cosas nuevas, sino de volver a subir todo el material audiovisual antiguo y que se perdió lamentablemente con la cancelación de la anterior cuenta.
Porque me parece interesante, porque quiero conservarlo así, y porque los vídeos, que fueron más de setenta, rozan el número que todavía me permiten afrontar la resubida.
En esas estaremos, sin prisa pero sin pausa.




Para celebrarlo, y para despedirnos durante estas próximas vacaciones, "Breve encuentro" quiere mostrar mañana un video muy especial, cargado de sentido y significación con respecto a la esencia misma de este blog.
Es una sorpresa que recomiendo no perderse.

En cualquier caso bienvenidos de nuevo a este renacer de "Breve encuentro".
Bienvenidos a ese breve encuentro que es la experiencia cinematográfica, bienvenidos a ese breve encuentro que se produce en el interior de una sala a oscuras, a ese breve encuentro que resulta de dejarse llevar y transportarse al mundo de lo inasible.

Así es el cine.
Mañana tendremos la oportunidad, una vez más, de comprobarlo.
Hasta entonces pues.

lunes, 11 de abril de 2011

The Tune: Una secuencia absurda de imágenes fijas

Puede resultar curioso reivindicar el valor de la fotografía en un blog de cine, y más si para ello acabo usando dibujos.
Pero es lo que hay.

Y es que reivindicar el valor de la fotografía, de la imagen fija, no es tal dislate cuando hablamos de la imagen en movimiento, pues la primera es la base primigenia e inseparable de la segunda.
De alguna manera es incidir en la importancia de la composición, del encuadre de esa imagen (que en cine se corresponderá con el plano) que observamos sin movimiento.
Pero en el cine, todavía más importante que la misma composición, es la utilización de la imagen fija en forma de secuencia.

Efectivamente, al ver primero una imagen, luego otra, luego otra, la lectura que tenemos varía.
Además hay una diferencia sustancial con otro tipo de manifestaciones equivalentes, como la secuencia fotográfica, el cómic o hasta la fotonovela, y es el hecho de que el espectador de cine no puede intervenir en el tiempo de lectura de la imagen.
Si en un audiovisual vemos una imagen fija (ya sea una fotografía, ya sea un dibujo, ya sea un encuadre sin movimiento), dicho encuadre dura lo que dura el plano, y terminará cuando por corte o transición aparezca el siguiente. Ese será el tiempo que tengamos para poder disfrutar y entender el mismo.

No creo que debamos considerarlo un defecto y sí -simplemente- una característica, pero resulta evidente, en este sentido, que la participación del espectador en una experiencia audiovisual es más pasiva que si la confrontamos con cualquier manifestación plástica, sobre todo en lo que a tiempos de lectura de la imagen nos referimos.

Y eso, no demos olvidarlo, sí que resulta una ventaja en manos del creador de dicho material audiovisual, pues tiene en sus manos un mayor número de herramientas para "manipular" al espectador a su antojo.
Además, uno mismo, que se reconoce espectador de cine, que le gusta y se deja manipular en el interior de una sala a oscuras, acepta este hecho como inevitable y en cierta medida gratificante.

Si encima, como será en el caso que nos ocupa, todo esto se mezcla con un brillante sentido del humor y mucho surrealismo, el resultado es magnífico.
Así que volvamos a las fotografías, a los dibujos y al cine, para hablar de una película de animación, "The Tune" que en realidad es una concatenación de cortometrajes del reconocido animador independiente Bill Plympton, hilvanados mediante la historia de una búsqueda de la melodía perfecta.

En un momento determinado de la historia, Didi, la protagonista femenina, recuerda su infancia mientras canta una balada.

Será ahí cuando el director recurra a las fotografías, a lo que conocemos como álbumes de fotos (el entorno privado de la imagen fotográfica) para contar la historia de la familia de la chica.
En realidad, como la película es de dibujos animados, las fotografías son en realidad dibujos, pero nosotros las entenderemos como tal.

Y va a ser en la sucesión de las mismas, en la visión primero de una, luego de otra y así, lo que nos dará una lectura global de dicha historia.
Se usarán imágenes fijas, sí, pero en la variación de las mismas (lo que las une, lo que las diferencia) estará el quid de la cuestión.

Hay poco más que añadir.
En la primera imagen vemos a la familia, y a partir de ahí lo que podremos observar son variaciones que irán aumentando exponencialmente.
El grado de surrealismo de dichas variaciones también irá en aumento, y será precisamente ese absurdo el que dote de coherencia a toda la secuencia.
Pero es mejor no decir más.
Lo suyo es verlo:










Con la última imagen (la más absurda, la más improbable) volvemos a fundir con un plano de la Didi actual cantando, y esos recuerdos suyos, que ha compartido con nosotros en forma de fotografías de su familia, tornan la nostalgia que percibíamos de su triste canción en otra cosa.

No ha sido sólo la sucesión de imágenes fijas.
Ha sido el hecho de irlas viendo una a una (primero una, luego otra) y con un tiempo determinado, el tiempo que el director ha elegido para cada una de ellas, lo que hace que la lectura global sea de una determinada manera.
Y uno, que se sienta en un cine para evadirse, le gusta ese dejarse llevar...

jueves, 7 de abril de 2011

Luther: La constancia opresiva del encuadre

Hemos traído en más de una ocasión a estas páginas las referencias tanto del tiempo como del espacio en las cuestiones más narrativas de un audiovisual.
No podía ser de otra manera, pues son la materia prima que lo conforman.

Pero en muchas ocasiones, estos elementos -y quizá más el espacio- actúan como detonante no ya del desarrollo de una historia, de ese cómo te la cuentan, sino de los sentimientos que uno va teniendo al verla, artífices por tanto del qué sientes mientras la ves.
Y efectivamente, ahí el encuadre juega un papel fundamental, junto con el ángulo de visión.
Una composición tensionada, un ángulo contrapicado, una situación descompensada de los elementos de la escena trae consigo una lectura inevitable por parte del espectador que la observa.
Y si eso es así, mucho más cuando esa composición o esa angulación se prolongan en el tiempo. Mucho más cuando no es un recurso puntual de una escena determinada, sino que se repite una y otra vez para generar una lectura global sobre los personajes y la historia en general.
Entonces no marcan ese qué sientes. En este caso definen un estilo, una pauta, que se adhiere a la historia y que es imposible separarla de ella.

Evidentemente, ese sello, esa impronta particular a la hora de encuadrar y organizar los planos puede ser relativamente sencillo en un largometraje.
Hay un director con una idea determinada, y éste la transmite y se lleva a cabo.
En el caso de una serie -y aquí podríamos hablar del espinoso asunto de las "autorías"- no parece tan fácil.
En la mayoría -por no decir todas- de las series para televisión los directores se van turnando en función de las propias necesidades de cada uno de ellos y de la producción. Es habitual que en una temporada promedio de 13 episodios nos encontremos al menos con cinco directores diferentes.
Por eso lograr ese sello, esa unidad a lo largo del tiempo suele venir de la mano de otra figura, la que normalmente conocemos como el "creador" de la serie, cuya importancia en este y otros aspectos de la producción es evidente.

Volvamos a los encuadres.
Hoy quería hablar de ello porque todavía pulula en mi cabeza el desasosiego y la incomodidad que me producían los planos de la serie para televisión "Luther", de la BBC, protagonizada por Idris Elba, el recordado Stringer Bell de la serie The Wire.

Esta serie, cuya primera temporada contaba con seis episodios, es un auténtico ejemplo de cómo el hecho de encuadrar de una determinada manera genera en el espectador una sensación muy concreta.
Y para muestra, un botón.
Fijaos en este primer encuadre, y luego veremos cómo se va a repetir a lo largo de los episodios.


Efectivamente, lo primero que nos llama la atención es lo descompensado del mismo.
La figura de Luther se halla aquí en la esquina inferior derecha, rodeado por muchísimo espacio a la izquierda y arriba. Un espacio, además, mayormente vacío.
Podemos sentir cómo ese espacio influye en el protagonista. Lo deshubica, lo intranquiliza, y por ende a nosotros que lo observamos.

Pero insisto en que lo que llama más la atención es que no es un encuadre aislado, o en una escena y momento de la serie donde el personaje se encuentra especialmente desorientado o incómodo. No. Esta misma circunstancia se va a repetir a lo largo de todo el metraje.

Vamos a ver ahora ya no sólo un encuadre aislado, sino una conversación entre el personaje de Idris Elba y el interpretado por Ruth Wilson, donde los cuatro planos conservan ese aire de desencuadre, esa descompensación, ese dejar que el espacio vacío se haga presente y agobie las circunstancias de los protagonistas.

PLANO1
PLANO2
PLANO 3
PLANO 4

Incluso en la planificación de determinadas escenas, la composición de las mismas resulta cuando menos chocante.
De este modo, un típico plano/contraplano donde solemos apreciar a un personaje de frente y otro de espaldas (y viceversa) se convierte aquí en una ocupación del mismo espacio por parte de los dos interlocutores, rozando el salto de eje.

PLANO 1
PLANO 2

Pero vuelvo a repetir que lo más importante en este caso, es que la excepción se convierte en norma, y a lo largo de los seis episodios de la serie, vamos a sumergirnos en la historia a través de estos encuadres opresivos y desequilibrados.

Por regla general siempre veremos a los personajes en la parte inferior del plano, de modo que el espacio que lo circunscribe los atenaza y los agobia.

Es importante destacar también que este tipo de composición (común como digo a todos los capítulos y a todos los momentos) se hace todavía más patente en los tiempos muertos de la historia, y no tanto en los de acción.
De este modo, una supuesta conversación "normal" va a estar marcada por esta sensación desconcertante e incómoda, y por mucho que sean considerados tiempos muertos, van a influir de un modo determinante en la sensación final que la serie desprende.
Así, llamadas de teléfono, momentos contemplativos y conversaciones en principio intrascendentes van a estar marcadas por este tipo de conversaciones.

No es cuestión de extenderse más.
A continuación podréis ver ejemplos extraídos -un poco al azar, eran demasiados- de lo que he expuesto.
Diferentes personajes -incidiendo cómo no en el protagonista- en distintas situaciones, pero una misma manera de encuadrar, y una única lectura que podamos extraer de los mismos: La constancia opresiva del encuadre.














Aunque uno tenga que reconocer, que -aparte del desasosiego- lo que perdura en mi interior son las ganas de ver cómo se resuelve en el principio de la segunda, ese enorme cliffhanger con que acababa la primera temporada.
Habrá que esperar, no queda otra.