Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


jueves, 7 de abril de 2011

Luther: La constancia opresiva del encuadre

Hemos traído en más de una ocasión a estas páginas las referencias tanto del tiempo como del espacio en las cuestiones más narrativas de un audiovisual.
No podía ser de otra manera, pues son la materia prima que lo conforman.

Pero en muchas ocasiones, estos elementos -y quizá más el espacio- actúan como detonante no ya del desarrollo de una historia, de ese cómo te la cuentan, sino de los sentimientos que uno va teniendo al verla, artífices por tanto del qué sientes mientras la ves.
Y efectivamente, ahí el encuadre juega un papel fundamental, junto con el ángulo de visión.
Una composición tensionada, un ángulo contrapicado, una situación descompensada de los elementos de la escena trae consigo una lectura inevitable por parte del espectador que la observa.
Y si eso es así, mucho más cuando esa composición o esa angulación se prolongan en el tiempo. Mucho más cuando no es un recurso puntual de una escena determinada, sino que se repite una y otra vez para generar una lectura global sobre los personajes y la historia en general.
Entonces no marcan ese qué sientes. En este caso definen un estilo, una pauta, que se adhiere a la historia y que es imposible separarla de ella.

Evidentemente, ese sello, esa impronta particular a la hora de encuadrar y organizar los planos puede ser relativamente sencillo en un largometraje.
Hay un director con una idea determinada, y éste la transmite y se lleva a cabo.
En el caso de una serie -y aquí podríamos hablar del espinoso asunto de las "autorías"- no parece tan fácil.
En la mayoría -por no decir todas- de las series para televisión los directores se van turnando en función de las propias necesidades de cada uno de ellos y de la producción. Es habitual que en una temporada promedio de 13 episodios nos encontremos al menos con cinco directores diferentes.
Por eso lograr ese sello, esa unidad a lo largo del tiempo suele venir de la mano de otra figura, la que normalmente conocemos como el "creador" de la serie, cuya importancia en este y otros aspectos de la producción es evidente.

Volvamos a los encuadres.
Hoy quería hablar de ello porque todavía pulula en mi cabeza el desasosiego y la incomodidad que me producían los planos de la serie para televisión "Luther", de la BBC, protagonizada por Idris Elba, el recordado Stringer Bell de la serie The Wire.

Esta serie, cuya primera temporada contaba con seis episodios, es un auténtico ejemplo de cómo el hecho de encuadrar de una determinada manera genera en el espectador una sensación muy concreta.
Y para muestra, un botón.
Fijaos en este primer encuadre, y luego veremos cómo se va a repetir a lo largo de los episodios.


Efectivamente, lo primero que nos llama la atención es lo descompensado del mismo.
La figura de Luther se halla aquí en la esquina inferior derecha, rodeado por muchísimo espacio a la izquierda y arriba. Un espacio, además, mayormente vacío.
Podemos sentir cómo ese espacio influye en el protagonista. Lo deshubica, lo intranquiliza, y por ende a nosotros que lo observamos.

Pero insisto en que lo que llama más la atención es que no es un encuadre aislado, o en una escena y momento de la serie donde el personaje se encuentra especialmente desorientado o incómodo. No. Esta misma circunstancia se va a repetir a lo largo de todo el metraje.

Vamos a ver ahora ya no sólo un encuadre aislado, sino una conversación entre el personaje de Idris Elba y el interpretado por Ruth Wilson, donde los cuatro planos conservan ese aire de desencuadre, esa descompensación, ese dejar que el espacio vacío se haga presente y agobie las circunstancias de los protagonistas.

PLANO1
PLANO2
PLANO 3
PLANO 4

Incluso en la planificación de determinadas escenas, la composición de las mismas resulta cuando menos chocante.
De este modo, un típico plano/contraplano donde solemos apreciar a un personaje de frente y otro de espaldas (y viceversa) se convierte aquí en una ocupación del mismo espacio por parte de los dos interlocutores, rozando el salto de eje.

PLANO 1
PLANO 2

Pero vuelvo a repetir que lo más importante en este caso, es que la excepción se convierte en norma, y a lo largo de los seis episodios de la serie, vamos a sumergirnos en la historia a través de estos encuadres opresivos y desequilibrados.

Por regla general siempre veremos a los personajes en la parte inferior del plano, de modo que el espacio que lo circunscribe los atenaza y los agobia.

Es importante destacar también que este tipo de composición (común como digo a todos los capítulos y a todos los momentos) se hace todavía más patente en los tiempos muertos de la historia, y no tanto en los de acción.
De este modo, una supuesta conversación "normal" va a estar marcada por esta sensación desconcertante e incómoda, y por mucho que sean considerados tiempos muertos, van a influir de un modo determinante en la sensación final que la serie desprende.
Así, llamadas de teléfono, momentos contemplativos y conversaciones en principio intrascendentes van a estar marcadas por este tipo de conversaciones.

No es cuestión de extenderse más.
A continuación podréis ver ejemplos extraídos -un poco al azar, eran demasiados- de lo que he expuesto.
Diferentes personajes -incidiendo cómo no en el protagonista- en distintas situaciones, pero una misma manera de encuadrar, y una única lectura que podamos extraer de los mismos: La constancia opresiva del encuadre.














Aunque uno tenga que reconocer, que -aparte del desasosiego- lo que perdura en mi interior son las ganas de ver cómo se resuelve en el principio de la segunda, ese enorme cliffhanger con que acababa la primera temporada.
Habrá que esperar, no queda otra.