En toda pieza narrativa, los personajes son pieza fundamental.
Son el punto a través del cual se articula la historia, son el núcleo que engarza todo lo demás.
Siempre me ha resultado curioso cómo esa importancia del personaje trasciende fuera de su propio ámbito, y allá donde lo tengamos presente se hará más grande incluso que su propio creador o creadora.
De este modo -pienso- es cierto que conocemos más a Beethoven que a su obra. Él, como figura, es más importante que cualquiera de sus composiciones.
Pero sin embargo son muchos los que desconocen el nombre del dibujante de Astérix (el personaje lo devora, y en el mundo del cómic esto es casi una regla), conocemos más a James Bond independientemente del director correspondiente a sus películas y me atrevería a decir que el Quijote engulle al menos parcialmente la majestuosa figura de Cervantes.
El cine y la televisión, evidentemente, tampoco escapa a este fenómeno.
Así pues, entendiendo la importancia estructural (insisto, sobre todo en el campo narrativo) del personaje, la presentación del mismo también suele tener su propio hueco, su atención especial.
Desde aquel malvado de E.T. del que sólo veíamos las llaves hasta la sombra o la espalda de muchos como carta de presentación antes de su puesta en escena, ese crear expectación ha estado y estará presente de una manera muy latente en el campo de lo audiovisual.
Y mucho de esto pensaba viendo el inicio del cuarto episodio de la mini serie para televisión Mildred Pierce, de la HBO, donde se nos va a presentar -con la delicadeza y el poso melancólico que toda la serie tiene- a un personaje que si bien ya conocíamos, en esta ocasión tendremos la oportunidad de entender que el tiempo ha pasado, que el personaje ha crecido y que -para lo bueno y para lo malo- ya no es el mismo.
El personaje al que me refiero es Vera, la hija de Mildred, la protagonista interpretada por Kate Winslet.
Vera, que en los tres episodios anteriores se nos ha presentado como una niña malcriada, sensible, egoísta y con personalidad, ha crecido.
Ya no es un a niña.
El tiempo ha pasado, sí, pero para que conozcamos a la nueva Vera tendremos que esperar un poco...
PLANO 1:
En el primer plano de esta secuencia (nada más comenzar el cuarto episodio) vemos a Mildred, que estaba en la cama, tranquilamente, escuchando la melodía de un piano.
Por todo el desarrollo de la historia anterior, sabemos que es Vera quien toca el piano, y, aunque no la veamos, sabemos que ella está en escena.
De pronto suena el teléfono y la melodía para. Si hubiese alguna duda sobre si ese piano que sonaba era realmente el de Vera o por el contrario pudiese ser la banda sonora propia de la serie, ya se ha volatilizado: Vera tocaba el piano y -aunque sigamos sin verla- entendemos que se ha levantado para contestar a la llamada.
Mientras suponemos que eso sucede lo único que vemos es cómo Mildred se levanta y escucha la conversación de su hija (muestra inequívoca, además, del carácter controlador de la misma).
PLANO 2:
Por fin "vemos" a Vera. La vemos sin verla, borrosa por la profundidad de campo que enfoca a la pared por la que se va a asomar el personaje que interpreta Kate Winslet, que no pierde detalle de la conversación.
Por un lado podemos pensar que se le da más importancia al personaje de Mildred, y al control que ejerce sobre su hija, lo cual es cierto, pero no es menos verdad que estamos ralentizando la aparición de Vera, a la que de momento solo vemos desenfocada.
Ese uso del desenfoque también es acertado pues nos permite intuir el paso del tiempo (sabemos que Vera ha crecido sólo ahora, pues nada nos lo había hecho saber con anterioridad) pero seguimos sin "ponerle cara".
PLANO 3:
Para remarcar lo que digo -la prolongación de la presentación de Vera- valga también este plano, en el que la vemos completamente de espaldas: de momento sabemos que es Vera, sabemos que ha crecido (que ha pasado el tiempo) pero seguimos sin poder adjudicarle un rostro concreto.
Otro acierto de este plano (en realidad todo juega en esa doble vía) es el de volver a incidir en la separación física y emocional de madre e hija.
En realidad sí vemos cómo la madre la observa y está presente, pero eso lo apreciamos nosotros y no el personaje de Vera, que vive al margen (le da la espalda) de su propia madre.
PLANO 4:
Volvemos al mismo encuadre que el plano 2 para observar como ante esa indiferencia o abstracción de Vera con respecto a su madre ésta opta por llamarla (captar su atención) cuando, al colgar el teléfono la primera, le pregunta por la conversación.
PLANO 5:
Y aquí, por fin, sucede la presentación.
Vera se gira (se gira ante su madre, se gira ante nosotros) con un gesto que aúna a la perfección lo casual, lo altivo y lo indiferente y que destila al mismo tiempo superioridad y lejanía.
Vera nos mira -mira a su madre- con una expresión de estar muy lejos. Se presenta, dice aquí estoy yo, pero ya en este primer plano de presentación sabemos que no podremos tenerla -comprenderla- nunca.
Aunque al final de este cuarto episodio nos hará llorar, y de que manera.
Ya está.
El personaje presentado -aquí estoy yo- y toda una historia por contar.
Habrá que dejarse seducir...