Aunque solo se intuya en la primera clase que uno recibe en el campo del audiovisual, en seguida comprendemos que el cine es, sobre todo, tiempo y espacio.
Y que tan importante es el uno como el otro.
Ya lo he referido aquí en más de una ocasión, que el tiempo da, con toda probabilidad, muchos más juegos narrativos que el espacio, pero lo cortés no quita lo valiente.
El espacio real, el figurado, el dramático, el fuera de campo, los ejes...todo gira entorno a lo mismo.
Y dentro de ese juego con el espacio, siempre me llamó especialmente la atención los lugares físicos, las viviendas, las casas que habitan los personajes de una historia.
Estamos acostumbrados a encontrar (es más fácil rodar así, no lo neguemos) amplios espacios en los hogares de los protagonistas: Lujosas suites de hotel, lofts descuidados en barrios neoyorquinos, salones que a su vez son comedor y donde cenan sin problemas once comensales..
Quizá por eso me gusta encontrarme con lugares pequeños, minúsculos apartamentos, pensiones abigarradas, pisos de veinte metros.
Probablemente sea la primera parte de "In the Mood for Love" paradigma de esto que cuento: El no espacio, lo intuido, espaldas y miradas que salen del encuadre.
Per hoy voy a diseccionar levemente cuatro escenas diferentes del piso donde vive uno de los protagonistas de la cinta "Zodiac".
"Zodiac" es una película norteamericana dirigida por David Fincher en 2007. Cuenta la historia real de la búsqueda de un asesino en serie conocido como "el asesino del zodíaco".
Siendo como es una película coral, de muchos y variados personajes, la historia gira entorno al personaje que escribió el libro en que se basa la película, Robert Graysmith, un caricaturista del San Francisco Chronicle, que se ve inmerso y absorbido por la búsqueda del asesino.
El personaje de Robert está interpretado por Jay Gyllenhaal, y su mujer Melanie por Chloë Sevigny.
Me interesa especialmente hacer referencia a la planificación que se desarrolla en la casa del matrimonio, aunque a modo de preámbulo sirva como significación que la primera vez que se muestra a la pareja en la película aparecen los dos dentro de una cabina de teléfonos, metáfora perfecta de lo que luego se nos descubrirá como el lugar que comparten (y, curiosamente también, de la importancia del teléfono).
ESCENA 1: LA PRIVACIDAD DE UNA CONVERSACIÓN
En esta escena vemos a Robert contestar una llamada.
En campo podemos observar tanto a él como a su esposa, en un segundo término, pero que entendemos consciente de la conversación que se está produciendo.
Por el propio contenido de la conversación, Robert sale al pasillo para tener algo más de privacidad, y aunque sigamos viendo la puerta que da al comedor podemos observar como el protagonista "tapa" u oculta la figura de su mujer.
De cualquiera de las maneras el espacio es reducido y ella sale al pasillo para significar que no piensa perder detalle de esa conversación (entorno al caso del zodíaco) que tanto absorbe a su marido.
Robert se da cuenta de que está siendo observado.
Y vuelve a entrar de nuevo en el comedor, huyendo aunque imposible de la mirada inquisitiva de su mujer.
Ahora, aunque no lo veamos a él, observamos cómo Melanie no pierde detalle, nuevamente, y entra también en el comedor.
En este juego de dentro/fuera se nos ejemplifica perfectamente cómo van a ser las relaciones entre estos dos personajes y el caso del asesino, que inevitablemente se interpondrá entre ellos.
ESCENA 2: ESTOY AQUÍ Y ESTO NO ME GUSTA
En este caso observamos solo al protagonista. Su mujer está durmiendo y él se lava los dientes dispuesto a irse a la cama.
En ese momento (altas horas de la madrugada) suena el teléfono y a través de un oscuro pasillo Robert se apresta a descolgarlo.
Nadie contesta al otro lado. Solo una respiración entrecortada y nerviosa que podemos entender como del propio asesino, que llama para amedrentar al dibujante por estar acercándose demasiado a la verdad.
En ese momento de silencio, la cámara se desplaza hacia nuestra derecha y vemos que durante todo ese tiempo de tensión y de silencio la figura de la mujer ha estado ahí, observando, también callada, una situación que sobrepasa todos los límites de lo aceptable.
Manteniendo esa doble tensión (el asesino que llama pero que no habla, la mujer que observa y que también guarda silencio), llega un momento en que el personaje de Robert se da cuenta de la presencia de Melanie, se gira para mirarla (en ese momento el foco se centra en ella) y será entonces cuando ella salga de campo, dejando solo al protagonista con su historia, abándonándolo y no solo de una forma física.
Y una vez más, todo contado en un reducidísimo espacio.
ESCENA 3: QUÉ MIRAS
En esta última escena dentro de la casa volvemos a encontrarnos con el juego entre marido/mujer/historia del asesino.
Asistimos a una comida cotidiana del matrimonio con sus dos niños. Robert está absorto en sus pensamientos mientras la tele está encendida.
En un momento determinado, una noticia sobre los asesinatos del zodiaco llama su atención y vemos cómo su mirada se clava en el televisor.
Una vez más (aquí el juego de ejes es depuradísimo) podremos observar cómo la mujer "intenta" interponerse entre su marido y lo que a todas luces se ha convertido en una peligrosa obsesión.
Al principio del plano veremos cómo Melanie está tapada por el rostro de Robert pero poco a poco ella se interpondrá entre él y la imagen del televisor.
Asistimos entonces, desde ese mismo punto de vista, a un "baile" peculiar, donde Robert intenta zafarse de su mujer (convertida en este caso en un obstáculo), pero allá donde gira el marido, la mujer lo sigue con igual vehemencia y hastío.
Observamos ahora un plano general de la escena (de los pocos sino el único que hemos tenido dentro de la vivienda) donde Robert intenta iniciar una conversación intrascendente para olvidarse de lo que en el televisor está saliendo.
Sin ningún tipo de diálogo, el gesto de la mujer, mezcla de aceptación de la realidad (la obsesión ha atrapado al marido) y de control de la situación (te vas porque yo te dejo), permite al marido levantarse y que se dirija solo (abandonando la mesa, abandonando la familia) hacia la televisión.
Será de este modo el juego de miradas, de situaciones en el espacio, de ejes y de interposiciones las que nos marquen no solamente la relación que tiene el protagonista con unos hechos que poco a poco le atrapan y absorben, sino cómo esa obsesión influye también en esa observadora en la distancia (corta, precisa, constante) que es la mujer.
Y de ese espacio, tan pequeño, nadie puede escapar.