Cuanto más lo escribo, más de acuerdo estoy: Qué importante es cuidar los detalles.
En un audiovisual (¡como en tantas otras cosas!) debemos ser consciente de que no solo es importante QUÉ nos cuentan sino CÓMO. No se trata de darle tantos por ciento a cada una de las cuestiones, no es una lucha de egos, no de elección, sino simplemente de entender que ambas son importantes. Que toda elección (encuadre, focal, color, desenfoque) en el CÓMO invariablemente influirá en nuestra lectura del QUÉ.
Por eso, imagino, me gustan los productos medianamente elaborados. Pensados y sentidos, sí, aunque suene cursi.
Por eso me gustan los juegos que se plantean en una narración más allá del abc ya conocido.
Esto se me hace muy patente en el caso de las llamadas sitcom, esas comedias de situación que normalmente se desarrollaban en un único escenario, con casi un único punto de vista y risas enlatadas.
Grandes guiones, grandes diálogos y grandes series ha dado este formato, qué duda cabe, pero a mí siempre se me quedó un poco pobre.
Quizá por ello, las comedias aparecidas de un tiempo a esta parte que se han echado a la calle, que han construido un universo más allá del teatrillo me suelen enganchar más: Arrested Development, 30 Rock, Community o hasta Modern Family son muestra de ello.
Y por supuesto esta de hoy, Bored to death.
La búsqueda de localizaciones, la iluminación, los juegos narrativos, la dirección artística en general no tienen nada que enviadiar a las series supuestamente "serias" de cincuenta minutos.
Nos encanta el QUÉ y nos gusta el CÓMO, es más: nos gusta el QUÉ también a través del CÓMO.
Y todo esto surge -aunque no solo- viendo la conexión (naif, simple y sin más historia) que se estable en esta serie entre dos secuencias.
La encontramos en el capítulo 2 de la segunda temporada de esta serie.
El -fantástico- personaje interpretado por Ted Danson está en la consulta de una doctora y -aunque no lo sabe- está a punto de ser sometido a un reconocimiento rectal.
El primer plano ha sido como casi siempre de situación, para ver la consulta y a los dos protagonistas de esta secuencia. A partir de ahora comprobaremos como George (Ted Danson) se da cuenta de lo que está a punto de suceder.
En el siguiente plano volvemos a un encuadre más general para comprobar la acción en todo su apogeo. La doctora introduce su mano vehementemente y en el plano siguiente veremos su expresión, de poder sobre el paciente.
Aún con la mano dentro de su cuerpo, observamos la expresión de Ted Danson, de miedo y sumisión (aunque también de cierta atracción), para dar paso de nuevo a la doctora, con un rictus de felicidad que le da comprobar el papel de poder (y de seducción) que en ese momento tiene.
Hasta ahí bien.
Hemos asistido a una escena medianamente cómica (contada en planos con diferentes encuadres y diferentes puntos de vista), y la secuencia cambia radicalmente para pasar a la puerta de una habitación donde el escritor/detective Jonathan Ames (el protagonista de la serie interpretado por Jason Schartzman) va a entrar sin permiso en busca de pruebas para una infidelidad.
Bien podríamos habernos encontrado a Jonathan subiendo las escaleras del piso o en cualquier otra situación.
Pero no.
Para "conectar" no solo en la forma sino sobre todo en el "fondo" con la secuencia anterior, el director opta en este caso por un plano detalle de la mano del detective metiendo la llave (despacio y con contundencia) en la cerradura.
Y ya no es solo el vínculo que se establece entre la acción de la doctora que acabamos de ver, sino que también conecta invariablemente con la acción -la infidelidad- que pronto veremos.
Un plano tan sencillo y tan directo no ofrece un juego (quizá pueril, vale, quizá tonto) que va más allá de la propia narración.
Y a los que nos gustan los detalles, ese mirar un poco más allá, reconocemos que nos encanta.