Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


miércoles, 2 de marzo de 2011

Norman McLaren: Improvisación, genialidad y desvergüenza

Ya que estamos de aniversario, quería, de un modo muy personal, rendir un pequeño homenaje a uno de los autores que más ha influido en mi manera de ver -podríamos decir- el cine, la creación y la vida en general.

Norman McLaren fue un animador escocés nacido en 1914, conocido fundamentalmente por su trabajo en el National Film Board de Canadá, el NFB, del que ya os hablé en esta entrada.
Hoy quería -por que me parece interesante, por necesario, porque no lo he visto en otro lugar- volver a colgar el video (que perdí en su momento) de la historia del NFB, pero aprovecharé y os hablaré -más a título personal que histórico- de la figura de Norman McLaren.


Norman McLaren reúne para mí tres cualidades que lo hacen especialmente atractivo, y lo resumo en ese improvisación, genialidad y desvergüenza.
Qué puedo decir.

Hagamos un breve repaso histórico y entenderemos y situaremos mejor al animador escocés en escena.
Resumiré mucho y diré alguna que otra inexactitud, pero espero que se me perdone:

Cuando allá por finales del siglo XIX se inventaron -Edison, los hermanos Lumiere- las primeras máquinas que registraban la imagen en movimiento en una tira de celuloide, lo que se recogía en realidad era una secuencia de fotografías, que ahora llamamos fotogramas.
Con diversas variaciones, podemos establecer que un segundo de "imagen real" capturada en una película equivale a 24 fotogramas, 24 fotografías, 24 imágenes distintas una de otra.

El principio de la animación (que de hecho es hasta anterior al propio nacimiento del cine), por tanto se establece de un modo directo y evidente:
Si en vez de dejar la cámara grabando y recogiendo lo que hay en el exterior, voy parando la grabación fotograma a fotograma, puedo reconstruir un movimiento supuestamente real, ya sea con marionetas, recortables o incluso con personajes reales.
Esa es la base de lo que se llama stop-motion, o animación fotograma a fotograma, y cuya esencia, ya digo, es la reconstrucción, recreación, pero también la falsificación del movimiento real.

En el caso del dibujo, lo que llamamos comúnmente animación 2D, el principio no es muy diferente: Dibujamos a mano toda la secuencia de imágenes que necesitemos, y luego las fotografiamos (o las escaneamos según proceda), para que se correspondan con cada uno de los fotogramas.

Resumiendo mucho, podría ser así.
Pero entonces llega McLaren.
Con su genialidad, con su inconsciencia, con su desparpajo.
Y el amigo Norman se pregunta una cuestión que será clave en el desarrollo de su trabajo y de su estética.
Y la pregunta tiene miga:
"¿Para qué voy a dibujar y luego fotografiar el dibujo en la película, si puedo dibujar directamente sobre el celuloide?"
No me digáis que no es propio de un desvergonzado.
Pues sí.
Y lo peor -o lo mejor, claro- de todo es que así lo hizo.
Ni corto ni perezoso se inclinaba sobre un espacio de apena 36x24 milímetros (un negativo de 35mm) y casilla a casilla desarrollaba su animación.

Pero McLaren no se quedó ahí.
Una vez que entras en el camino de la desvergüenza, siempre hay un más difícil todavía, y el redoble de tambor estaba sonando en los pasillos del NFB.
McLaren se dijo: "¿Para qué ir pintando uno a uno las casillas de los fotogramas, si puedo coger una brocha y pintar el celuloide como si fuese un cuadro?"
Y así lo hizo.
Así creó lo que podríamos llamar un film abstracto.



Esta es una parte interesante sobre la que me quiero detener.
El cine, en su inmensa mayoría, en su práctica totalidad, es narrativo: El cine nos cuenta una historia.
Pero no olvidemos nunca que no hay nada que obligue a ello.
El cine, como cualquier arte, es una disciplina de creación sin límites bien definidos, y a expensas de que los autores, los creadores, hagan lo que quieran, lo que sientan, lo que les de la gana.

Y así lo hizo McLaren.
En una de sus piezas más conocidas, se fue a hablar con Oscar Peterson, el genial pianista de jazz, para hacer una película abstracta sobre su música.
Fruto de esa colaboración nació Begone Dull Care (Caprice en couleurs), un cortometraje de casi 8 minutos de duración que McLaren pintó y dibujó directamente sobre el celuloide, en colaboración con Evelyn Lambart.

Es cierto que con los ojos de hoy en día, asistir a "una experiencia visual" como la que nos proponen estos dos genios, llena de improvisación y genialidad pede resultar difícil, no lo niego, pero para mí, aún hoy, sigue siendo una obra cumbre, una sensación única, una obra viva llena de significados, sensaciones e interpretaciones.
Os dejo con ella:



Una maravilla, y sí, esto también es cine.

Ya para despedirme os dejo con el motivo primigenio de esta entrada, que no era otro que volver a colgar este documental sobre los orígenes del NFB, donde de un modo didáctico y ameno vamos a poder hacer un recorrido por la historia y las técnicas de la animación.
Fue del material que perdí con la cancelación de la cuenta y me resulta lo suficientemente interesante -y creo que para al menos un público especializado también- que valía la pena el volver a hacerlo.

Está en una sola pieza, de 55 minutos. Mucho tiempo quizá para Internet, poco para nuestros sentidos.
Que lo disfrutéis.

National Film Board from Juan Ramón Carneros Pardo on Vimeo.