Es cierto: El final, en el cine, es inevitable.
Pero no menos verdad es que cuando una buena historia te atrapa, cuando unos personajes y sus peripecias se te meten dentro, al espectador le resulta difícil renunciar a saber qué pasó con, qué pasó después.
Hay finales más cerrados, finales más abiertos, pero todos sabemos que la vida sigue.
Así que, ya sea con el vivieron felices o con un todo se fue al garete, nos resulta complicado no recurrir a nuestra imaginación para pensar en qué se habrán convertido determinados personajes, en cómo podrían haber continuado algunas historias.
Quizá sea por eso, quizá también por la ausencia de imaginación o de riesgo en las grandes productoras, que se recurra tanto a las segundas partes.
En la mayoría de los casos hay que ser consciente de que estas se generan más por un tirón comercial que por criterios exclusivamente narrativos.
Aunque sí que habría que diferenciar entre una segunda parte y una continuidad.
Para mí, la segunda parte es otra historia, con su propio tempo, con su propio ritmo.
Podremos retomar los personajes, que han podido o no evolucionar, pero se usan casi como una excusa para contarnos otra película, otra aventura.
En muchas ocasiones, una segunda parte podrá ser seguida o entendida incluso si no se ha visto la primera.
Una continuidad no.
Una continuidad parte de la base de que el cine es más como la vida, y que las historias no terminan nunca.
Por eso, como en "El color del dinero" retomábamos el personaje de Eddie Felson, aquel jugador de billar de "El buscavidas " cuarenta años después, o como en "Antes del atardecer" volvemos a encontrarnos y continuamos con la historia surgida en "Antes de amanecer" entre Jessie y Celine, ya puede pasar el tiempo que pase, que los personajes estarán ahí, y habrán continuado con su vida pese a que no los hayamos podido andar siguiendo.
Y evidentemente, la continuidad es un elemento narrativo muy importante y muy presente en el lenguaje cinematográfico, por eso, la manera, la forma de engarzar esos dos tiempos -ese lapso temporal que nos ha sido vetado- resulta de vital importancia.
Un ejemplo fantástico de esto que comento se da en la continuación que se hace del personaje de la película "This is England", el joven Shaun, en la serie de televisión del mismo nombre, "This is England ' 86"
Al comienzo de la serie, ambientada unos cuantos años después de la historia de la película, vamos a recuperar aquel tiempo y aquel niño para enlazarlo con el adolescente en que ahora se ha convertido, y que será el hilo conductor de las nuevas historias.
Y no se va a hacer con más que cinco planos:
PLANO 1:
Hemos visto con anterioridad a Shaun (el Shaun más joven) en el interior de un coche.
En este primer plano que vamos a analizar lo veremos salir de ese coche, a contraluz, y cruzar una especie de descampado.
Es interesante señalar cómo, para ralentizar y enfatizar ese paso del tiempo que nos será mostrado, en este mismo caminar a través de este solitario páramo se va a incluir una transición, que hará -curiosamente- más lenta la cadencia.
Y comienza la magia.
Vemos al pequeño Shaun solo, en una esquina.
Está lloviendo y él alza su mano para sentir en su palma las gotas de la lluvia.
En un momento determinado, con el plano fijo, nuestro protagonista alza la vista y mira al cielo.
En ese gesto hay mucho de preguntarse qué le deparará el futuro, y hay bastante también de prepararnos a nosotros como espectadores para lo que estamos a punto de ver.
De cualquier modo, nos han situado perfectamente: Es Shaun, de pequeño, está solo, está lloviendo y él deja que la lluvia lo empape.
Nos acercamos a Shaun.
Vemos un primer plano de cómo sigue mirando al cielo, con un gesto mitad triste, mitad expectante.
Son muchas cosas las que le han pasado (lo sabemos si hemos visto la película, si no, es suficiente con suponerlo) y con este acercamiento profundizamos en cómo vive este momento.
Sobre el mismo encuadre, observamos cómo baja la cabeza y mira la mano sobre la que cae la lluvia.
Y aquí ocurre.
Sin diálogos, solo con ayuda de la música.
Vemos la mano que el joven Shaun estaba mirando, pero comprobamos -lo notamos al instante- que no es la mano del joven Shaun o al menos no lo parece.
Es una mano de alguien mayor.
Sabemos que algo ha cambiado, y no va a ser otra cosa que el tiempo (aunque más cosas habrá diferentes, nos daremos cuenta enseguida)
Continúa el mismo plano con un ligero pero directo movimiento de cámara, que no va a hacer sino refrendar la impresión que teníamos.
Efectivamente, es Shaun, es la mano de Shaun, y al ir subiendo de la mano al rostro podremos comprobar cómo nos encontramos ahora con el personaje, ya de adolescente.
Cuando llegamos al rostro ocurren varias cosas dignas de resaltar, y que de algún modo conectan los dos espacios, los dos tiempos.
Por un lado, la expresión de Shaun: Podemos entender que la misma tristeza, la misma incertidumbre que tenía el Shaun pequeño habita todavía en este adolescente.
O quizá no sea así y lo que ocurra en realidad es que en este justo momento él recuerda lo que sentía entonces (a través del espacio, a través de la lluvia), y de esta manera los dos tiempos quedan invariablemente unidos.
Pero hay una segunda cosa que advertimos: Ya no está solo. Gente de su edad lo rodea, y precisamente su última actitud en el plano es la de girarse a mirarlos (con un desenfoque final incluido).
Esto lo conecta también con el pasado, pero para darnos cuenta de que hay cosas que en todo este tiempo sí que han evolucionado.
Y en este último plano, más general donde apreciamos que nos encontramos ante la entrada a un colegio, veremos cómo Shaun, algo distante, se une a sus compañeros y entra dentro del edificio donde, efectivamente, empezará de nuevo esta su nueva historia, esta su nueva vida.
La lluvia cae, las losetas son las mismas, pero aunque el escenario conecte inevitablemente los dos tiempos son muchas las cosas que han cambiado desde entonces, y será la propia historia, los pequeños detalles, los que nos harán que los vayamos descubriendo, poco a poco.