Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


domingo, 11 de abril de 2010

Nowa Ksiazka: O la imposibilidad de ser plenamente activo en el visionado de un audiovisual

Aunque todo es discutible, se dice -y yo creo que con razón- que el cine es la manifestación artística donde la figura del espectador/observador juega un papel más pasivo.

Está claro que leyendo una novela, uno puede releer, saltarse páginas, ir más o menos despacio... Está claro que uno tiene el control del tiempo de lectura y por lo tanto de la información que va asimilando y de cómo la asimila.
En un cine (olvidémonos del DVD) el espectador se sienta en su butaca y ve lo que el director ha querido que vea, en el tiempo en que ha querido y de la manera que éste lo ha decidido.
Si no hemos entendido una frase, si estábamos pensando en otra cosa, si hay algo que no hemos captado, ya no hay marcha atrás.

Contra esta característica casi inevitable del audiovisual, hay autores que han luchado, intentando hacer al observador objeto activo en la visión de lo que tiene lugar en la pantalla.
Sus piezas suelen ser difíciles de ver, incómodas, requieren de una complicidad de un espectador que, acostumbrado como está a que se lo den todo masticado, a veces no entra fácilmente en el juego propuesto.

Mucho de esto hay en "Nowa Ksiazka", un cortometraje ¿experimental? del cineasta polaco Zbigniew Rybczynski, realizado en 1975.

Tenía muchas ganas de subirlo a la red, y así poder compartirlo. Dura diez minutos y, como ya digo, requiere de toda nuestra complicidad y atención:

Actualización: Como ya decía en el mensaje, hay problemas con el visionado del cortometraje. Si queréis verlo pinchad aquí.


La base del cortometraje, la idea de de esta pieza, radica simplemente en dividir la pantalla en nueve pequeñas pantallas distintas, conectadas entre sí, pero donde van a pasar cosas diferentes.


En el arranque de la historia vemos como en la pantalla superior izquierda (convengamos en que es la primera pantalla) un hombre, vestido con una gabardina de un reconocible color naranja, se dispone a salir de casa.
En otras pantallas hay un niño jugando a la pelota, un autobús, el interior de una cafetería, etc., de momento inconexas entre sí.


Justo en el momento en que el personaje sale de la habitación comprobamos que efectivamente, las pantallas están relacionadas entre sí.
De esta manera, cuando el hombre abre la puerta de su cuarto, la puerta que da a la calle en la segunda pantalla se abre también, y vemos como el personaje pasa de la primera a la segunda pantalla.



Poco después veremos como un autobús para al final de la calle, y cuando el hombre se sube en él aparecerá en la pantalla número tres, el interior del mismo.
De este modo descubrimos que inevitablemente, una pantalla nos lleva a otra.


El problema sucede cuando percibimos que tanto en las pantallas que el personaje principal deja atrás como en las que aún le falta por "visitar", también suceden cosas. 
Están llenas de personajes (la limpiadora, el niño, pasajeros, clientes, viandantes) y situaciones.
Y comprobaremos, incómodos, cómo nos resulta imposible seguirlas todas.


Sólo hay un momento, ya hacia el final de la pieza, donde en todas las pantallas sucede lo mismo: una pequeña catástrofe (una caída, un rompimiento, un atropello...) que nos permite conectar aunque sea por un instante todo lo que ocurre en las diferentes parcelas.


La historia del corto, a pesar o precisamente por su dificultad, no deja de ser muy sencilla: El personaje que ha salido de su casa compra un libro para dárselo a un amigo y se lo deja en la cafetería.
Una vez que regresa a casa, la historia acaba y las pantallas se van apagando. El cortometraje termina.




Una historia sencilla, interesante, incómoda, fascinante y, sobre todo, difícil de seguir...