Hay determinados momentos muy poderosos visualmente.
Es cierto que -en general- todos los juegos temporales resultan muy atractivos narrativamente. La utilización de flashbacks, de flashfoward, el hecho de compartir espacios o compartir tiempos supone salirse de la norma, supone esquivar el clásico esquema temporal y llamar así la atención del espectador.
En esta ocasión nos vamos a detener sobre una narración donde en un mismo espacio físico vamos a observar dos momentos, dos acciones que tuvieron lugar en tiempos diferentes.
Y las vemos a la vez, compartiendo ese mismo espacio.
Este ejemplo pertenece al último capítulo de la primera temporada de la serie "Dexter", protagonizada por Michael C. Hall.
Voy a tratar de contar lo mínimo posible.
Dexter es un personaje complejo y atractivo. En este momento de la historia está buscando a su hermana, secuestrada, y está convencido que se encuentra en un contenedor.
Pero al mismo tiempo Dexter está condicionado por su pasado. Su pasado le persigue.
De hecho, en ese contenedor donde cree se encuentra su hermana, mucho tiempo atrás tuvieron lugar unos terribles hechos que le marcarían para siempre.
Y en este momento Dexter llega al contenedor. Se dirige hacia él y el contenedor se abre...
Y será en ese momento, efectivamente, cuando los dos tiempos -el presente y el pasado- se dan la mano en un mismo espacio.
Veámoslo por partes:
Al principio de la escena vemos a Dexter observando el contenedor. En él podemos apreciar la pesadumbre del pasado que le bloquea (el miedo a lo que allí ocurrió hace años) y la angustia por saber qué habrá sido de su hermana.
En principio el espectador esperaría ver aparecer al secuestrador (que está jugando con Dexter) pero en realidad a quien observamos es al padre adoptivo de Dexter, policía, con el propio Dexter -de apenas tres años de edad- entre los brazos, escapando de lo que dentro del contenedor ocurría.
En este magnífico plano el padre de Dexter habla al pequeño calmándolo, aunque nosotros entendemos perfectamente que también está calmando al Dexter del presente, a todos sus miedos y angustias.
Ambos personajes -de tiempos diferentes- no se miran, acusando aún más cierta distancia que Dexter mantiene con todo lo que le rodea.
El personaje de Dexter de pequeño mira de frente -una mirada clara, franca- al Dexter de la actualidad.
Es en ese momento cuando esos dos tiempos realmente se convierten en uno. Cuando son absolutamente presente.
Y ese desvanecimiento del pasado se observa con una transición donde los elementos que pertenecen a aquel pasado se difuminan hasta dejar paso al más vacío, al más incierto, al más impredecible presente.
Una escena cargada sin duda de simbolismos, muchos de los cuales sólo tienen sentido en el propio ámbito de la historia, que no he querido destripar demasiado.
Resulta igualmente curioso cómo es ésta manera de contar bastante utilizada en el cine de la actualidad, y en concreto en las series de televisión.
Hace poco, viendo la magnífica serie "Mad Men" pude comprobar una narración que partía de los mismos preceptos.
Algún día tocará mostrarla por aquí, y hacerla presente.