Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


domingo, 24 de octubre de 2010

Un ladrón en la alcoba: La sofisticación de lo que no se cuenta (en tres actos)

Es recurrente hablar de las limitaciones en el mundo del arte, en el mundo de la creación.
Limitaciones por presupuesto, por imponderables y -cómo no- por la censura.
Una censura física, social o autoimpuesta que condiciona, obviamente, el resultado de lo que se quiere contar.
Y, aunque nunca se deba hablar con cariño porque no lo merece, es cierto que el mundo de las limitaciones obliga a un plus de ingenio que puede llegar a ser agradecido.

Quizá sea el caso de "Trouble in Paradise" (hablando como estábamos el otro día de traducciones curiosas, la película se tituló en España "Un ladrón en la alcoba"), de 1932, dirigida por ese maestro absoluto de la comedia sofisticada, mordaz, irónica y elegante que fue Ernst Lubitsch.
La película narra las aventuras y desventuras de Gastón (Herbert Marshall), un ladrón y seductor de guante blanco en los ambientes de la alta sociedad, a quien se le cruza en su camino Lily (Miriam Hopkins), con la que resulta compartir aficiones.

La cinta está plagada de guiños, juegos, dobles sentidos, diálogos ingeniosos (no podía ser menos tratándose de Lubitsch) y usos narrativos que de algún modo suplen o complementan "lo que no se puede contar".
En este caso, todo lo relacionado con la seducción y el sexo.

Hay tanto y tan bien hilado que es difícil no caer en la tentación de hacer cuatro o cinco entradas distintas de esta película (sin duda las merece) pero me contentaré con ofrecer tres análisis distintos -que inciden en lo mismo- en una única entrada, articulándolos en tres actos:

ACTO I: La pausa de los créditos.

Tan sencillo como efectivo.
Una leve pausa, un momento de indecisión y ya no cabe lugar a la duda: Desde los títulos de crédito vamos a comprobar que nos encontramos ante una obra llena de dobles sentidos.
Estos son:



Efectivamente, en vez de salir el título de la película de una vez, como sería lo usual, lo primero y lo único que vemos es "Trouble in"...


Para, posteriormente, aparecer el dibujo de una cama, estableciéndose una relación entre "problema" (trouble) y "cama", más que evidente.


Y no será hasta después de esa leve pausa, cuando veremos el título completo, y entendamos que su significado es otro: Problema en el paraíso.
Aunque también podríamos establecer una identificación entre "paraíso" y "cama", con lo que la doble interpretación cama/problema o cama/paraíso está más que presente.


ACTO II: Los relojes de la noche.

Hemos traído aquí mucho ejemplos de la narración del "tiempo en el cine".
Y, por mucho que sea la metáfora más directa, el uso de un reloj y las manecillas acaba siendo una manera simple, sencilla y efectiva de trasladarnos a ese paso del tiempo.
En este caso, prácticamente solo con la voz en off y diversos planos de relojes, nos contarán el transcurso de una noche de Gastón con Madame Collet.
El vídeo dura 2 minutos y medio:



Todas las partes de la acción están contadas en su correspondiente hora.
A las 5, Lily se despide de Gastón sabiendo que este tiene una cita con una dama, con madame Collet.


Diez minutos más tarde llega la dama -y tras un diálogo maravilloso- concerta una cita con Gastón, y todo termina en unas risas cómplices.


El reloj que marca las 9 (no está reflejado aquí) es especialmente interesante, pues no hay diálogo, sólo un teléfono que suena en la habitación del hotel, y que nos confirma que la velada de la pareja aún continúa.

El siguiente reloj, el de las 11 menos diez, marca la llegada de la pareja a la habitación, con un toque también especialmente cuidado, el de la luz que ilumina el reloj.
Tras un breve -y de nuevo brillante diálogo- ambos deciden continuar la velada en el salón de baile.




Son las 11 y estamos en el salón de baile. El reloj ha cambiado.
La secuencia de lo que allí tendrá lugar -reloj/champán/reloj- no deja lugar a dudas.
Otro juego interesante es el del sonido de las campanadas (intuimos que es medianoche en la imagen del campanario, porque no llegamos a ver las agujas, y enlaza con las dos campanadas del reloj de la escena siguiente).



Son las dos de la madrugada.
Estamos ahora en el vestíbulo de la entrada a sus respectivas habitaciones, y de nuevo, el reloj cambia (no haré ninguna consideración freudiana acerca de la forma de dicho reloj para no ser considerado retorcido).


Este momento será el único donde veremos a la pareja -que además se llama por su nombre para remarcar esa presencia física- y percibimos en su despedida cuales son sin duda sus verdaderos deseos.



Una vez más el reloj actúa como narrador (y en este caso barrera) de su historia.



ACTO III: Lo que se cuenta sin contar.

Tengo que reconocer aquí que el análisis de esta parte lo leí en un libro. Siento de veras no recordar su autor para poder citarlo (lo único que recuerdo es que era catedrático de Salamanca) pero ni mi memoria ni Internet me han ayudado en su búsqueda.

Si toda la película es un cúmulo de referencias, ironías, juegos de significados y demás, probablemente esta escena se convierte en paradigma de la misma.
La utilización de reflejos, sombras y proyecciones, ayudados como siempre del diálogo, ejemplifican perfectamente todo lo que se quiere contar, aunque realmente no se cuente.
Y todo en apenas 30 segundos:



En esta ocasión Gastón y madame Collet se vuelven a encontrar en un apartamento que tiene, convenientemente, la puerta del dormitorio abierta.
Ella se va y él le manifiesta su apasionado amor.


Se besan, mientras ella le dice que tienen mucho tiempo para hacer todo lo que desean.
Ese deseo es imposible de consumar en este momento -¿o sí?-
Si no lo consumarán físicamente, al menos lo podrán hacer metafóricamente, a través de sus reflejos y sus sombras.


El primer reflejo se da en el espejo del dormitorio.
Sabemos que están en el salón, pero el reflejo nos muestra dónde quisieran estar.
Ellos se besan y con la voz de la chica escuchamos "semanas..."


Nos acercamos aún más al reflejo de la pareja (nos introducimos más en el dormitorio) a través del espejo del tocador, con el sonido de "meses..."


Y terminamos en este maravilloso juego de significados con la proyección del abrazo de los dos amantes -que están en el salón- sobre la cama del dormitorio.
Bajo el epígrafe de "...años" podremos comprobar el lugar donde en realidad quisieran estar Gastón y Collette: Tumbados y abrazados en la cama (aunque en realidad nosotros veamos que sí que están ahí).



Una película deliciosa, una comedia de altura llena complicidades para que el espectador se identifique con una manera de contar elegante, llena de guiños y encantos que se disfrutan a cada plano.