Hay claramente dos conceptos temporales en el lenguaje narrativo: El tiempo dentro de la propia película, y cómo afecta el paso de éste a la propia cinta.
El primero de ellos es inabarcable (hemos visto aquí algunos ejemplos), y se desarrolla en la propia manera de contar, de narrar la historia.
Cómo contamos en dos minutos una acción que dura tres horas, cómo alargamos durante diez minutos los últimos 30 segundos de la detonación de una bomba, cómo contamos el pasado, el presente o el futuro.
Como afrontar el tiempo en la manera de contar.
La segunda variable temporal de la cinematografía tiene que ver, como hemos dicho, con cómo envejecen las películas.
El cine, presa en la mayoría de los casos de su propio tiempo, se encuentra en una lucha continua con el paso del mismo.
No soporta del todo bien el cambio de las modas, de las formas de contar, de las características propias de cada época.
Es, con toda probabilidad, el arte que más se ve afectado por esta cuestión.
Toda esta reflexión viene al caso por esta noticia del periódico, donde se nos informa que la película "El Apartamento", dirigida por Billy Wilder en 1960, cumple tal día como hoy la friolera de cincuenta años.
Y en su caso no se nota.
Y cuando eso ocurre -que nos encontremos ante películas que no envejecen, a las que no les afecta el paso del tiempo- es cuando nos damos bastante cuenta de que estamos ante una obra maestra.
Y este es el caso.
"El Apartamento" responde a esa expresión tan manida de "un clásico imperecedero".
Construida como toda buena película a través de un impecable guión, con unos diálogos exquisitos y una interpretación impecable, la cinta amalgama ese difícil equilibrio (del que por otra parte Wilder era un experto) entre la comedia y el drama, entre una historia que saca de nosotros la mejor de las sonrisas mientras no podemos dejar de entrever la amargura y la tristeza de destilan esos personajes entrañables.
Retrato certero de las vidas anónimas en una gran ciudad, se centra en las miserias y las virtudes que todos llevamos dentro.
Teniendo siempre a esa gran ciudad de fondo, tanto como los propios protagonistas cobran su importancia los escenarios.
Fundamentalmente son dos: el apartamento que da título a la cinta y la oficina donde trabaja el pusilánime Calvin Clifford (Jack Lemon) y la ascensorista Fran Kubelik (Shirley MacLaine).
Impresionante sin duda el escenario de la oficina.
Dentro del propio apartamento, dos escenas guarda mi retina como tiernas y cómicas a un tiempo.
La primera es la del juego de cartas entre los dos protagonistas, con todos los dobles sentidos que el lenguaje y unos diálogos bien trenzados pueden ofrecer.
Y por supuesto la también muy recordada escena de los espaguetis colados con una raqueta de tenis, que sirve perfectamente para ilustrar un personaje ingenuo, solitario y divertido a su manera como Clifford.
Maravillosa comedia, a fin de cuentas, y sin mucho más que añadir que no se haya dicho ya.
En todo caso terminar felicitándola por esos 50 años tan bien cumplidos y recordándole, aunque no haga falta, ella es una de esas películas que podrán cumplir años sin problema, porque no envejecerá nunca.
No como otros...