Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


domingo, 13 de junio de 2010

Seven: Una introducción al fascinante mundo del horror

Se habla normalmente de que hay tres grandes grupos de títulos de crédito: Los de blanco sobre negro (las letras en blanco sobre un neutro fondo negro), los que se insertan en una secuencia de la propia película (normalmente rodada ex profeso) y por último los que funcionan como una historia dentro de la historia, como un aparte, como un pequeño cortometraje que nos atrapa y nos introduce en lo que veremos a posteriori.
 
Este tipo de títulos suelen encargarse a alguien especializado, generalmente diseñadores, independientemente de la dirección de la película.
Probablemente el gran maestro y referente de estos títulos, el gran creador por antonomasia sea Saul Bass, autor de grandes carteles de cine y diseñador de verdaderas obras maestras del género, que empezó su carrera a mediados de los años 50 y que es conocido fundamentalmente por sus trabajos con Alfred Hitchcock, aunque su carrera se extienda muchísimo más.

Como heredero del arte de Saul Bass, o al menos el nombre que en la década de los noventa revolucionará de nuevo el arte de los créditos, nos encontramos con Kyle Cooper.
Kyle y su productora Prologue Films son los responsables de un buen puñado de los títulos más reconocidos de los últimos años, y -lo que es más importante- de aportar un sello personal que ha sido bastante imitado en muchos otros.
En esa manera de trabajar incluye -cómo no- la importancia de la elección de la tipografía, la sucesión de planos cortos (normalmente planos detalle rodados con macro), unos encuadres brillantes, nerviosos y en forma de collage, y la intención de crear en el espectador un estado de ánimo con el que enfrentarse a la película, la historia, que está a punto de comenzar.

De todos los trabajos de Cooper, probablemente el más conocido y que que más poder de influencia ha tenido con posterioridad ha sido el de la película "Se7en" de David Fincher.
Una perfecta introducción al modus operandi de un asesino -al que prácticamente no vamos a ver en todo el largometraje- que pretende fascinarnos e inquietarnos a un tiempo. 

Aunque conocido, no hay problema en volver a disfrutarlo una vez más:


Hay mucho de diseño, de gusto por la estética, pero también de uso conceptual e intencionado de la imagen.
De hecho, en el primer fotograma de la escena se nos muestra un libro en blanco, todavía inmaculado, y la sombra de una mano que de algún modo "acecha" ese libro.


Las manos -en forma de fotografía o fotocopia de lo que intuimos como un cadáver- vuelven a tener su importancia en lo que parece la primera inclusión en ese libro que va a ir creciendo.


Con ese nerviosismo típico en los movimientos de los planos, con esa rápida sucesión de los mismos siempre en encuadres cerrados, intuimos cómo esas manos se cubren las yemas para evitar las huellas dactilares, intuimos cómo van recopilando fotos, negativos y letras (siempre con elementos punzantes: cuchillas, tijeras, pinzas) para ir engrosando el material del libro...



Mucho de desasosiego y de saber que estamos ante un recopilador malsano, ante un psicópata, un asesino.
Y en ese momento, con el mismo nerviosismo que hemos visto en la imagen, aparecen los títulos de crédito de la película, con la palabra Se7en que crece y decrece, que acaba sobreimpresionada en el ya omnipresente libro.




Seguimos viendo, con una música que nos envuelve en ese mundo abigarrado y malsano, como el libro, los añadidos, los tachones van creciendo a medida que la historia avanza.




Esos planos detalle se recrean siempre en esa mano que construye (o deconstruye) y el libro que va creciendo, y con él nuestro desasosiego.
Por otro lado podemos intuir también que esa labor macabra tiene mucho de paciencia, de minuciosidad y de pulir hasta el más mínimo detalle.





Una última imagen nos reafirma en todo lo que se ha venido contando.
Esas manos que han trabajado nerviosas terminan cortando de un dólar la palabra "God", equiparando inevitablemente la labor de ese minucioso recolector con la de un Dios que de la nada -de ese libro en blanco- ha ido llenando sus páginas de muertos, letras o sangre.


Esa influencia de la que hablaba antes es bastante reconocible en muchas películas y con seguridad en gran parte de la series de televisión que tenemos en la actualidad en la parrilla.

Si queréis echarle un vistazo a los trabajos de Kyle Cooper, os dejo con esta demo de su productora.