No deja de resultar curioso, ahora que lo pienso, que haya tardado tanto en aparecer en este blog una cinta que figura (por méritos propios que no voy a desgranar aquí) en la cima de las mejores películas de la historia (aunque yo la incluiría en la de las más importantes, que no mejores, intentando por una vez ser estricto en la utilización del lenguaje).
Efectivamente "Ciudadano Kane", dirigida por Orson Welles en 1941, marca un antes y un después en la historia del cine, y se configura como una obra maestra no sólo por sus indudables valores artísticos, sino por la utilización de los diferentes recursos narrativos (juegos temporales, simbología, movimientos de cámara, iconología, angulación, iluminación, etc.) a modo de enorme catálogo, casi comparable a un libro donde vinieran recogidas todas las posibilidades del lenguaje cinematográfico.
Es inagotable el despliegue y la acumulación de recursos, de modo que podemos tomar casi cualquier secuencia o escena y hablar de su significación, pues seguro que la tiene.
Hoy es la primera, pero se asomará por aquí más veces, qué duda cabe.
Y qué mejor que empezar por una secuencia clásica donde las haya, puesta hasta la saciedad en todas las clases de audiovisuales del mundo: La historia del primer matrimonio de Charles Foster Kane contada a través de varios desayunos.
Colgué la secuencia, pero para variar había problemas de derechos en YouTube. He encontrado la pieza, aunque en este caso se corten los subtítulos...
En efecto, es fantástico observar cómo en dos minutos y medio, nos resumen los varios años del matrimonio de Kane, a través de la cotidianidad de un acto trivial pero inevitable como es el del desayuno.
En este caso, al ser el momento en que la pareja siempre coincide, podremos ir observando los cambios (físicos y de carácter) de ese "matrimonio igual a cualquier otro"...
A modo de flashback, la secuencia de los desayunos comienza con un plano general donde podemos ver el espacio físico, donde nos sitúan en el lugar para, mediante un acercamiento de cámara, centrarse en los personajes, en sus expresiones y en su vestuario, a través de los cuales veremos su evolución a lo largo del tiempo.
Después de ese primer desayuno (el más jovial, el más largo en duración, el más plácido) viene un segundo más serio, más sobrio, donde aparecen las primeras desavenencias.
Podemos apreciar cómo ya hay alguna que otra barrera -física y emocional- como los centros florales o las miradas de apatía que inciden en la separación de los comensales.
En el tercer desayuno aumentan los reproches, las sombras, la distancia entre ellos.
La conversación (que gira entorno a los niños), la caracterización (pelo recogido, canas), la propia sobriedad de la mesa, todo incide en una cada vez más separación del matrimonio, con barreras y diferencias insalvables.
En el quinto desayuno todo aumenta de nuevo. La incomprensión, las sombras arrojadas en la pared, los reproches. La duración de los desayunos ha ido decreciendo, así como la conversación que se incluía en cada uno de ellos, y en este caso se cerrará de la manera más brusca posible.
Hasta que llegamos a este sexto y último desayuno, donde el silencio es total y la incomunicación de la pareja, la distancia del matrimonio entre sí queda manifiesta.
Cada uno está leyendo el periódico (ese "periódico" que según hemos sabido por la conversación es además el causante de su distanciamiento) y cuando para terminar la secuencia volvemos a abrir el plano a general, comprobaremos cómo esa distancia no sólo ha sido emocional sino también física, pues si en el primero estaban juntos y acaramelados, en este último desayuno se sitúan cada uno en un extremo de la mesa y ocupados en sus propios asuntos.
Un matrimonio igual a cualquier otro matrimonio..., había dicho Joseph Cotten en el prólogo.
Mención aparte merecen las transiciones entre un desayuno y otro, pues sin saber muy bien qué son (la propia habitación dando vueltas, la rotativa de un periódico, un tren que pasa), nos hacen entender perfectamente que el tiempo transcurre monótonamente, casi de la misma manera un día y otro y otro.
Una demostración perfecta de cómo yendo a lo concreto y lo importante de la historia, podemos narrar un transcurso temporal considerable y contar muchas cosas de los personajes, de su evolución y de lo que les rodea (su trabajo, los niños, la política, etc.) haciéndolo de una manera dinámica, fluida y precisa.
Como quien abre un libro, como quien ve una película.