En "Bombero es mi pasión", el blog que consume casi todo mi tiempo, creé una entrada llamada "películas de cine" donde vengo a contar, a mi modo, las experiencias que he tenido al ver determinadas películas en ese espacio físico tan sugerente y enigmático que es una sala de cine.
Era una excusa para hablar de cine, qué duda cabe, pero también de las sensaciones, la liturgia y los rituales que rodean al disfrute de una proyección.
Lo único que puedo lamentar en todo caso, con respecto a esta entrada, es que se me queda corta, pues han sido muchísimas y muy variadas las películas que solo he podido ver por televisión, y éstas se escapaban del espíritu de dicha etiqueta.
Así que nada mejor que este segundo blog para dar cabida a toda esa variedad de historias que tuve la suerte de disfrutar en la llamada pequeña pantalla.
Haciendo memoria no es difícil imaginar que fue el año 1988.
Granada, la casa de la calle Rector García Duarte, y una pantalla de televisión de apenas 14 pulgadas.
Y todo por descubrir.
Era la de entonces una televisión (en cuanto a programación estoy hablando) muy distinta a la de ahora.
No es la nostalgia la que arranca mis palabras.
Era la época de Pilar Miró y la de una brillante selección de películas a emitir: Checas, mudas o de Roger Corman. No había problema.
Verdad era que los horarios de emisión no estaban en lo que ahora se conoce como prime time, ni falta que hacía.
Filmoteca TV emitía monográficos con toda la producción cinematográfica de directores como Alfred Hitchcock, Tarkovski o Lang.
Y uno, como una esponja, absorbiendo todo lo que podía.
Desde mis primeros recuerdos de los cortos de Charlot, siempre tuve una especial predilección por el cine mudo, tanto el cómico como el dramático, indistintamente.
Pero tengo que reconocer que hubo un antes y un después tras tragarme una a una la mayoría de películas de Erich Von Stroheim.
Allí había una conexión.
Recuerdo igualmente el extraño horario de emisión que tenía su ciclo: las ocho de la mañana de los sábados.
Era Granada, la vida de estudiante y los tiempos de salir, pero eso no me impedía faltar a mi cita semanal televisiva con el bueno de Stroheim.
"Esposas frívolas", "Maridos ciegos", "La marcha nupcial", la famosísima "Avaricia", todas fueron disfrutadas entre el cansancio, las legañas y el té.
El romanticismo exacerbado, la decadencia de la aristocracia, los amores imposibles, el engaño y la mentira... Todo estaba presente y me arrastraba irremediablemente a su mundo de honor y amor prolongado en el tiempo.
Pero si alguna recuerdo especialmente, esa fue "La Reina Kelly".
Curioso como en posteriores visionados nunca, nunca llegué a sentir lo que aquella mañana de sábado, solo en casa frente a una pantalla de 14''.
Y una de las cuestiones a las que fue imposible escapar era la salvaje e indómita belleza de Gloria Swanson.
En este melodrama se nos cuenta la historia de Kitty Kelly, que es raptada del convento donde vive por un príncipe, que la lleva a su palacio. Tras ser descubiertos por la reina, Kitty se ve obligada a viajar a Dar-es-Salaam, donde su tía regenta un burdel...
Para aquellos curiosos os dejo con una pequeña escena de amor entre el príncipe y la novicia interpretada por la Swanson, donde se puede observar y disfrutar del romanticismo y de la puesta en escena de Stroheim.
La historia del rodaje de "La Reina Kelly" es cuando menos curiosa: Gloria Swanson convenció a su amante, un afamado banquero, para que la financiase imponiendo como director a Erich Von Stroheim. Durante el rodaje las relaciones entre ambos se deterioraron. A todo esto se añade que el director disparó los gastos de producción (elevando la duración de la cinta a más de cuatro horas) y todas las suspicacias y censuras que provocó el hecho de que el final de la historia se desarrollara en un burdel africano.
Así las cosas, la película quedó inacabada.
Uno de los momentos que más recuerdo de aquella proyección del 88 fue precisamente el instante en que (con material recuperado y fotografías del rodaje) se nos cuenta la parte de la película que no se terminó.
Ese "lo que pudo haber sido y no fue" causó en mí una impresión brutal, potenciando en mi imaginación toda una película en realidad inexistente.
Os dejo con una pequeño trozo de esa parte, justo cuando Kelly viaja a Dar-es-Salaam.
Al final de la historia, la tía de Kelly muere, heredando ella el burdel y convirtiéndose en Madam, justo cuando el príncipe, que no la ha olvidado, viaja a África para buscarla...
Tampoco he podido yo olvidar esta joya inacabada del cine mudo, donde se haya presente la megalomanía de un director con una fortísima personalidad, los egos de la mayor estrella del momento y una historia de amores imposibles que los absorberá irremediablemente a los dos.
Por eso es imposible, cuando uno ve "El crepúsculo de los dioses" recordar aquellos tiempos de 1929...