Cualquiera que haya tenido la tentación de coger una cámara y contar una historia probablemente lo haya sentido. Si no la primera vez quizá a la segunda y si no seguro a la tercera: Rodar es retarte a ti mismo.
Añadiendo diálogos, buscando desenfoques, rodando con mucha gente, moviendo la cámara, que si una escena de acción, que si una de cama.
Lo importante es la historia, eso ya lo sabemos, y adaptarse a ella parte fundamental del hecho de rodar, pero en el alma de un cineasta habita esa íntima necesidad de probarse a si mismo con retos cada vez más difíciles, y crecerse en el empeño.
Siendo muchos los ejemplos de directores, yo me quedaría con Orson Welles y Alfred Hitchcock, que llevaron esa necesidad a extremos inverosímiles con resultados fantásticos.
Un ejemplo de ello lo veremos en este conocidísimo movimiento de cámara de la película "Encadenados" (Notorious en la original), dirigida por Alfred Hitchcock en 1946.
La escena se podría haber resuelto de muchas y variadas maneras, pero empeñarse en un "más difícil todavía" y conseguirlo, bien merece la pena.
Y los resultados están ahí.
En la película, protagonizada por Cary Grant e Ingrid Bergman, esta última hace el papel de una espía que intima con un ex oficial nazi para sacarle información. En la escena más famosa de toda la cinta, consigue una llave que tendrá que pasarle al personaje de Cary Grant en una fiesta. Una vez conseguida la llave, la cámara nos ofrecerá una panorámica general desde arriba de toda esa fiesta para ir poco a poco acercándose a la mano que guarda todos los secretos....
En este video podréis disfrutar de la secuencia anterior y del movimiento de cámara.
Lo que más me llama la atención y me fascina de la secuencia previa a la fiesta, de el momento en que Alicia -el personaje de Ingrid Bergman- sustrae la llave, es el juego y el baile de manos.
En realidad es como si toda la historia y su suspense (el robo, el estar siempre de punto de ser descubierta) pudiese ser contada única y exclusivamente con planos de manos:
El momento de la sustracción.
El personaje del nazi (Claude Rains) se acerca a ella y parece que lo único que le interesa son sus manos: Las coge, las alza, las mira, las besa...
Hasta que ella, a punto de ser descubierta, lo abraza.
Y sobre el negro de la espalda de nazi, ella se cambia la llave de mano y la tira a la alfombra, escondiéndola, por fin.
A través de un fundido (curioso, sí, de un encadenado) llegamos al momento de la fiesta.
Desde arriba de las escalinatas vemos una panorámica general de los invitados, y en el centro de la escena la pareja formada por Alicia y Alex (Ingrid Bergman y Claude Rains).
Poco a poco, lenta y paulatinamente, la cámara irá acercándose a la mano de ella hasta comprobar que efectivamente, lleva consigo la famosa llave.
Para cualquiera que no esté familiarizado con las cámaras de cine, decir que una de las dificultades técnicas mayores de este movimiento es que al no ser un zoom, si no que es la propia cámara la que se mueve (en este caso con una grúa), el enfoque hay que ir haciéndolo manualmente (normalmente hay un operador que se encarga exclusivamente de esto), y en esta ocasión, el conseguir que la mano permanezca continuamente en foco es desde luego de un virtuosismo técnico difícilmente superable.
La delicadeza del mismo (al ritmo de la música de la fiesta) no oculta la tensión, a medida que nos vamos acercando a la mano de ella.
Lo puedo ver una y otra vez, y no me canso nunca...