Material didáctico y/o de entretenimiento alrededor del cine y la imagen


jueves, 18 de marzo de 2010

El hijo de la novia: El alejamiento emocional en un solo movimiento

Es de justicia: Rendimos hoy nuestro pequeño homenaje desde "Breve encuentro" a Juan José Campanella, reciente ganador del Oscar a la mejor película extranjera con su maravillosa "El secreto de los ojos".

Y lo hacemos con un movimiento de cámara que encontramos en otra de sus películas, "El hijo de la novia", protagonizada por Ricardo Darín.

En cine hay veces donde observamos que la técnica es brillante e impecable, y otras en las que debemos reconocer que el concepto, la idea, resulta irreprochable.
No son tantas en las que fondo y forma se dan la mano, en las que la factura de una película y el concepto que la ampara comulgan en perfecta simbiosis.

Este podría ser el caso. Un movimiento que no sólo acompaña el desarrollo de la acción, sino que reafirma el propio contenido que la acción nos muestra.

Aquí lo tenéis:



Ricardo Darín interpreta a Rafael Belvedere, un hombre demasiado agobiado con su trabajo como para disfrutar de las cosas importantes de la vida.
Y en esta escena vamos a poder observarlo perfectamente.

Rafael, separado, queda con su hija para comer y charlar.
El principio de la charla se torna de lo más cómplice y amistosa, como vemos en esta primera imagen, donde padre e hija están juntos y en sintonía.


Para reforzar esa sensación la cámara empieza a moverse y se acerca a los dos personajes, y con la cámara nosotros.


En este momento de mayor acercamiento surge el punto de inflexión de lo que nos están contando: Suena el móvil y Rafael contesta.
No es casual (al menos yo no lo creo) que justo cuando empieza a hablar, el pilar, el tabique de la casa, tapa la figura del padre (la figura del padre, la figura de él como padre, desaparece, deja de funcionar como tal) y nos quedamos solo con la hija.



Mientras el movimiento de cámara se trasforma en giro alrededor del escenario, el personaje interpretado por Darín cruza por delante nuestra y desaparece.
Ya no es el pilar el que lo tapa, ya es él el que se aleja de motu propio.


Y la cámara que sigue girando alrededor del escenario.



Hay un momento curioso en ese giro donde los vasos que están apilados en la mesa tapan el rostro de la hija de Rafael.
Será hilar muy fino, me diréis, pero esta imagen tiene igualmente una carga simbólica muy fuerte, coincidiendo además con las palabras más fuertes del padre.


Termina el giro de 180º que realiza la cámara y nos encontramos con una escena bien distinta a la del principio de la misma.
El alejamiento del padre, evidentemente, se ha convertido no solo en físico sino también en emocional.
La profundidad de campo hace que su figura se nos muestre además desenfocada.


Cuando la conversación (con palabras duras que no debería escuchar una niña) termina, Rafael intentará retomar el ambiente del principio pero ya será imposible.


En este caso, sin variación de encuadre, vemos cómo es su hija la que desaparece del primer plano y sale de la escena, para acrecentar la sensación de pérdida por parte del padre.




Insisto, de esta manera tan sencilla tenemos el lujo de que la cámara no sólo registre lo que ocurre en la escena, sino que reafirme y remarque lo que en ella se dice.

Y todo tiene mucho más sentido...